Lo que falla en las clases

Agustín Suárez, de Ingeniería Informática.
photo_camera Agustín Suárez, de Ingeniería Informática.
Alumnos y docentes de la UVigo reflexionan sobre los problemas de la educación superior a raíz de una carta que se hizo viral en la que se criticaba la pobre actitud del estudiantado y el bajo nivel del sistema actual

¿Conflicto generacional o profundas carencias en la educación superior actual? Ese es el debate que ha creado la carta abierta de Daniel Arias Aranda, catedrático de la Universidad de Granada, titulada “Querido alumno universitario: te estamos engañando”, que se viralizó en redes sociales recientemente. Grosso modo, el docente critica tanto una pobre actitud por parte de los alumnos, que según él utilizan los dispositivos electrónicos para evadirse de las clases, como un sistema educativo en el que se prima el aprobado general bajando el listón de exigencias.

Aunque el escrito pone mucho el foco en los alumnos, estos admiten que realmente hay un problema subyacente. Así lo explica Yeray Orts, alumno de primero de Química en la Universidad de Vigo: “Hay un problema visible, que es que hay estudiantes que no asisten a clase o se pasan el día jugando con el teléfono, eso es cierto”, pero apunta también que “se nota que muchos profesores tienen que dar docencia por obligación y sus clases son soporíferas, con explicaciones muy vagas, pautas que luego tenemos que aplicar sin entender”. 

Iván Fernández, que estudia 4º del doble grado ADE-Derecho, apunta en la misma dirección, reconociendo que la actitud de los estudiantes puede cambiar porque “son parte del problema, pero también parte de la solución” y señala que “el catedrático de la UGR escurre el bulto a la hora de mencionar muchas de las formas en las que los docentes pueden mejorar el sistema”. En este sentido, comenta que “es verdad que muchos alumnos hacen presentaciones lamentables, pero las de muchos profesores no son mejores”, argumentando que “no se preocupan” ni por actualizar sus contenidos ni por las dificultades del alumnado “pero se quejan cuando no van a clase a ver cómo leen diapositivas sin más”.

“Las generalizaciones que hace en la carta son verdaderamente deleznables”, expresa Agustín Suárez, estudiante de Ingeniería Informática, que no ve justo que considere injustificadamente que los modelos educativos anteriores son superiores o que hable de falta de habilidades de trabajo en grupo “cuando estamos en una época en la que más proyectos en equipo se hacen en el ámbito académico”. Suárez añade que “los alumnos sí que tienen interes, pero el docente debe hacer sus sesiones amenas para comoprobar que es posible”, aludiendo a que es normal que la asistencia a las clases sea muy baja si esa docencia consiste “en un doctor leyendo un fichero pdf”, lo cual considera “una falta de respeto a la universidad”.

En la misma línea explica Antón García, que hace su último año de Economía, que “en mis años en la UVigo he tenido profesores brillantes y también nefastos, entre los que destaco al que utiliza Excel peor que los alumno o al que se opuso a tener aula virtual en pleno 2020”, señalando que “la degradación de la universidad pública no sólo puede venir por la vía del estudiante, pues hay muchos docentes que degradan las instituciones públicas más que los alumnos”. Eso sí, señala que también ve “una falta de interés generalizada y obsesión por hacer el mínimo indispensable” en algunos de sus compañeros, destacando el absentismo “del que hablar de un 70% me parece optimista”. Así, esta alumno admite estar de acuerdo con el fondo del mensaje del catedrático Arias Aranda, pero no en su forma, y se pregunta en quién recae la responsabilidad del desinterés del alumnado apuntando a un sistema educativo con muchos fallos.

“No comparto esa visión apocalíptica del alumnado, es un choque generacional”

La carta viral de Daniel Arias también levantó mucho debate entre el profesorado, pues no son pocos los que no comparten muchos de los argumentos del catedrático de la universidad granadina. José Carlos López Ardao, profesor del departamento de Ingeniería Telemática de la UVigo, cree que es importante no generalizar porque las titulaciones no son homogéneas a nivel de alumnado, pues algunas reciben estudiantes con nota de corte de 13 y otras ni llenan su cupo y “tendemos a adaptar el nivel dependiendo del tipo de alumnos”.

Por su parte, Rosa Pérez, docente del departamento de Lengua Española también de la UVigo, concuerda con su compañero en que “no concuerdo con su interpretación apocalíptica”, pues casi todo el contenido de la carta, a su juicio, “se puede interpretar en términos de conflicto generacional”.

Pérez señala, en relación a la supuesta falta de nivel de los alumnos actuales, que “la primera impresión puede ser esa, pero no tengo claro que sea algo tan simple. Pueden venir peor preparados en algunos aspectos, pero, desde luego, mejor en otros”. La profesora de la facultad de Filología pone un ejemplo práctico: “en mis aulas hay más alumnado que llega con problemas en la expresión escrita, pero su capacidad para hacer exposiciones orales formales es mucho mejor”.

Ardao admite que “se ha bajado el listón en general”, pero matiza que no tiene que ser generalmente negativo: “¿Cuál es la altura idónea del listón?”. Aunque haya bajado el nivel medio de los que se titulan porque son más, “es obvio porque es una cuestión matemática”, apunta el docente, pero “eso no ha afectado al nivel de los alumnos excelentes”.

La evaluación continua, otro de los problemas que señala Daniel Arias en su carta, es un sistema que Rosa Pérez defiende porque “aunque aprueba más gente, lo que sucede es que como pasan el curso haciendo lecturas, entregando ensayos y presentando ejercicios, consiguen los conocimientos y competencias necesarias”, por lo que no hace que aprobar sea demasiado fácil.

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