La conexión inalámbrica WiFi se ha convertido en un elemento imprescindible en cualquier hogar o empresa.
La ubicación del router, es decir, del distribuidor de esta señal, es fundamental para sacar el máximo partido tanto de las capacidades del propio dispositivo como del ancho de banda disponible. Una mala colocación supone perder velocidad de subida y bajada de datos, e incluso quedar sin conexión determinados espacios del inmueble.
Por norma general, el mejor lugar para colocar el router WiFi es en centro del inmueble. Los profesionales suelen instalar estos dispositivos cerca de la conexión de la línea de datos fija o la toma de fibra/cable, que normalmente está en la entrada de la vivienda u oficina. Para mejorar esta situación, los usuarios pueden utilizar repetidores, routers secundarios o extensores de punto de acceso. Mientras más grande sea el espacio a cubrir, mejor repartidos deben estar colocados estos dispositivos secundarios, sin olvidar que su función es la de recoger la señal principal y amplificarla. Es decir, no es necesario poner dos o tres repetidores juntos, sino a la distancia adecuada para cubrir el máximo de superficie posible entre todos.
También es importante tener en cuenta las zonas que van a necesitar más ancho de banda, como los despachos de trabajo, los dormitorios principales, el salón (donde normalmente está la televisión o los dispositivos de streaming de video) o las habitaciones en las que se juegue online.
Uno de los principales factores de interrupción de la señal WiFi es la posible interferencia de la señal, que puede deberse a una saturación de redes inalámbricas múltiples o paralelas (vecinos, empresas cercanas). Para evitarlo, y siempre que sea posible, lo mejor es utilizar el protocolo WiFi 6 y la banda de 5 GHz. También es recomendable utilizar crear una VPN (red privada virtual) para aumentar la seguridad.
