Vida Sana

Sauce, alivio para el dolor

Un precioso ejemplar de un sauce llorón.
photo_camera Un precioso ejemplar de un sauce llorón.

El sauce cenizo, conocido en gallego con los nombres de salgueiro bravo, salgueiro negro o salgueiro zao, y científicamente como Salix atrocinera es un árbol o arbusto caducifolio perteneciente a la familia de las Salicáceas, la cual comprende unas 400 variedades. Su nombre puede derivar del celta sal, que significa “próximo”, y lis, “agua”, por su preferencia a ubicarse en zonas húmedas; el epíteto del prefijo latino atro, “oscuro”, en referencia a la pilosidad grisácea de sus hojas y ramas jóvenes, y cinereus, “ceniciento”, por el color grisáceo del tronco. Es la especie de sauces más común en Galicia.

Su tronco es robusto y muy ramificado desde su base. Sus ramas son flexibles. Las hojas son más bien lanceoladas, enteras o ligeramente aserradas, verde oscuras y pelosas en la parte superior y azul grisáceas en la inferior; en otoño adquieren una bella tonalidad amarilla. Florecen desde enero hasta marzo o abril, antes de que aparezcan las hojas. Hay sauces machos y hembras, que presentan las flores agrupadas en una especie de racimos, llamados “amentos”. Los masculinos son ovalados, vellosos y amarillentos y los femeninos cilíndricos y verdosos. Su fruto es una cápsula que se abre en dos valvas que contienen las semillas cubiertas de pelos. Crece en terrenos soleados, preferentemente en las orillas de los arroyos, ríos o lagos, fijándose fuertemente al terreno, lo cual le confiere la capacidad de amortiguar las riadas.

La corteza contiene salicina, sustancia precursora del ácido acetil salicílico, comúnmente conocido como “aspirina”, uno de los fármacos más utilizados en todo el mundo como eficaz analgésico. Hace ya más de dos mil quinientos años el griego Hipócrates de Cos, considerado el padre de la medicina científica, recetaba remedios con el sauce para aliviar el dolor. Además, se usa para tratar el reumatismo, la artritis y la disentería.

En Galicia encontramos otras especies de este género, como el Salix viminalis, conocido como mimbrera o en gallego como vimiero o vimbiera. Tradicionalmente viene plantado en hileras para cerrar fincas; sus ramas, los mimbres, se emplean para atar vides y para otros usos agrícolas. También para hacer cestos y antaño para confeccionar cunas para los recién nacidos.

En los jardines y orillas de estanques y ríos encontramos el famoso sauce llorón o de babilonia, científicamente Salix babylonica, citado en el libro de los Salmos y fácilmente reconocible por sus ramas, cubiertas de un denso follaje, que cuelgan como una cascada hasta el suelo. Otra especie ornamental es el Salix matsudana o salguerio retorto o tortuoso, frecuente en los parques y jardines y usado en floristería para composiciones florales debido a sus curiosas ramas retorcidas. En el curso final del río Miño encontramos ejemplares del Salix triandra o salgueiro de hojas de almendro y en las cuencas tanto de este río como del Sil hallamos frecuentemente el Salix salviifolia o sauce de hoja de salvia. En la zona costera o terrenos próximos a esta abunda el Salix fragilis o salgueiro irto, de madera amarillo rojiza usada para objetos deportivos u ortopédicos, que curiosamente existe en Galicia, pero no en Portugal. Y en las montañas de Lugo y Orense hallamos el Salix caprea, salgueiro cabuxo o también sauce gatito debido a que sus amentos masculinos tienen forma de patitas de gato. Otras especies de estas tierras son el Salix alba o salgueiro branco, el Salix repens o salgueiro rasteiro, el Salix eleagnos o salgueiro sarga y el Salix aurita o salguiero orelludo.

El salgueiro junto con el ameneiro y el bidueiro constituyen la tríade de los árboles que en Galicia forman bellísimas galerías fluviales.

Santa Viridiana, originaria de la Toscana, y con la cual me encontré en 1221, después de que ella hubiese realizado su peregrinación a Santiago de Compostela y poco antes de que yo la comenzase, se encontró con este característico paisaje de los salgueiros bordeando los ríos a modo de corredores, como en su tierra natal, y que posiblemente le habrán impulsado a cantar el Salmo 137: “Junto a los ríos de babilonia nos sentábamos a llorar... En los sauces de sus orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. Allí nuestros carceleros nos pedían… ¡Cantad para nosotros un canto de Sión!”.

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