Biden, el primer octogenario que habita en la Casa Blanca

Joe Biden y su mujer, Jill Biden, en la boda de su nieta Naomi con Peter Neal celebrada en la Casa Blanca.
photo_camera Joe Biden y su mujer, Jill Biden, en la boda de su nieta Naomi con Peter Neal celebrada en la Casa Blanca.
A punto de llegar a la mitad de su mandato, el demócrata huye de las críticas gerontofóbicas 

De niño de familia humilde que soportaba burlas por su tartamudez a presidente de Estados Unidos. Joe Biden se convirtió ayer en el primer octogenario en ocupar la Casa Blanca tras una vida encarnando el paradigma del sueño americano. A punto de llegar a la mitad de su mandato, Biden huye de las críticas gerontofóbicas y se esfuerza cada día en demostrar que está en forma para dirigir el Gobierno de la primera potencia mundial. Es el candidato demócrata más probable a las elecciones de 2024, un mandato que comenzaría con 82 años. Aunque tendrá que hablarlo con su esposa, Jill Biden, según contaba el otro día.

Nacido en una familia humilde de Pensilvania que se trasladó a Delaware, Biden es el paradigma del sueño americano tantas veces contado por Hollywood, donde cualquiera puede cumplir sus sueños si se esfuerza lo suficiente en el país de las oportunidades. “La suya es una historia inspiradora, la del chico de clase trabajadora que va a la universidad (la pública de Delaware) y se abre camino hasta lo más alto del sistema estadounidense”, cuenta Stephen J. Farnsworth, doctor en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad Mary Washington.

Ha tenido, además, una vida dura, marcada por las tragedias familiares, como la muerte de su primera esposa y su hija menor en un accidente de tráfico, justo cuando acababa de ser elegido senador. Su hijo mayor también murió en 2015, dos tragedias que han impregnado su carácter de una cualidad que lo acompaña siempre: la resiliencia.

Cuando Biden asumió su cargo en enero de 2021 se convirtió en el presidente de mayor edad en tomar posesión. Lo logró en su tercer intento, después de presentarse a las elecciones de 1988 y tener que retirarse al comienzo del proceso por haber plagiado un discurso. A las de 2008 también aspiró, pero se retiró en las primarias ante un potente Barack Obama. 

Sin embargo, aquel experimentado senador fue el elegido por Obama para acompañarlo, como vicepresidente, en sus dos mandatos. El propio Obama resumía en sus memorias el porqué de su elección: “no podíamos ser más diferentes”. El afroamericano y su corta experiencia en las altas esferas de la política necesitaba de alguien experimentado que llegara al votante blanco de clase trabajadora. Fueron ocho años en el papel de secundario, aunque saltó a primera plana en numerosas ocasiones por otra de las características que lo definen: las meteduras de pata.

De lengua incontinente, Biden ha reconocido públicamente que sufre para controlar sus palabras: “Nunca digo nada que no sienta, y a veces digo cosas que siento que no debería decir”. “La comunicación no es su mayor fortaleza, aunque algunas de las críticas son injustas y un poco hostiles, pero esa es la naturaleza de la política”, cuenta Farnsworth.

El politólogo recuerda además que de niño Biden tartamudeaba. A raíz del éxito de la película “El discurso del Rey”, que lo tocó profundamente, el propio Biden contaba que esta condición le acarreó numerosas burlas en su infancia. Dejó atrás el mote de “Joe Impedimenta” con trucos como el de “poner cadencia al hablar”. Por eso dedicaba tanto tiempo a leer poesía, a Ralph Waldo Emerson y William Butler Yeats. Para la historia quedan frases como la que le dijo a Obama en la ceremonia de promulgación de la ley de reforma sanitaria (el “Obamacare”): “This is a big fucking deal” (“Esto es algo de puta madre”). O despistes como cuando confundió a su hermana con su esposa o cuando, recientemente, llamó en un acto público a una congresista que llevaba semanas fallecida.

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