El Gobierno chino vacía la última presa que anegó pueblos ourensanos

Dos turistas observan el bajo nivel del Limia desde la central de Lindoso, esta semana.
photo_camera Dos turistas observan el bajo nivel del Limia desde la central de Lindoso, esta semana.
El embalse de Lindoso, situado en más del 80% en la provincia, también en mínimos sin dejar ningún beneficio 

El último embalse que anegó aldeas y terrenos del sur de Ourense, Alto Lindoso, tiene más del 80% de las aguas que almacena y utiliza para generar energía hidroeléctica en territorio ourensano, pero la central que la produce se ubica en terreno de Portugal. Ahora sufre el vaciado que viven en la parte ourensana, pero sin dejar el más mísero beneficio a  la provincia, ni siquiera el aprovechamiento de la energía producida, 950 gigawatios/hora, el mayor productor eléctrico de Portugal.

Los beneficios que produce la central de Lindoso van a parar a la compañía EDP (Energías de Portugal) que tributa en Portugal y deja allí una pequeña parte de lo generado. Sin embargo, el mayor trozo del pastel se lo quedan sus principales accionistas: el Gobierno de China (que suma el 20% a través de la compañía estatal China Three Gorges  y una pequeña parte a través de otra  estatal china, CNIC, lo que les convierte en el mayor accionista), el Estado de Catar (a través de Qatar Investment Authority) y corporaciones de inversión como Norges Bank o Blackrock, a su vez, junto a la  catarí, también accionistas de Iberdrola, investigada en Galicia por el vaciado de embalses. Los chinos aterrizaron en EDP en 2012, cuando la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) obligó a desinvertir al Gobierno en la energética en el plan de rescate de Portugal . 

Toda esta cadena de beneficios se mantiene sin aportar una sola tasa a Ourense, a pesar de que la provincia sufrió el daño socioeconómico y medioambiental de la construcción del gran embalse internacional en 1992 con el objetivo de garantizar el abastecimiento de Oporto y su área metropolitana. El embalse, que tiene una capacidad de 390 hectómetros cúbicos y ocupa 1.072 hectáreas en 18 kilómetros de longitud,  obligó al éxodo de 250 habitantes de Aceredo, Bao Buscalque y Reloeira y afectó a otros 2.500 de pueblos como Compostela, Lantemil u Olelas. 

SIN AVISO NI BENEFICIO

Estas condiciones se retrotraen al acuerdo al que en 1968 llegaron los dictadores Salazar (Portugal) y Franco (España), mediante el cual se cedía la explotación de las aguas ourensanas más allá de As Conchas. Llama la atención que se permita el vaciado que se evita en el resto del país luso. Y es que las reservas hídricas permanecen a niveles superiores a la media en esta época del año en Portugal, salvo en Lindoso, que nunca estuvo tan bajo en agosto desde su construcción en 1992. Ayer, bajaba del 39%, cuando lo habitual es que esa cifra no la roce hasta principios de noviembre. Y todo, sin avisar a los concellos de Entrimo y Lobios, que no reciben tasas y ven obstaculizada cualquier iniciativa para aprovechar la presa, ya que EDP no garantiza niveles mínimos para su uso recreativo. 

Aceredo, 30 años después del diluvio

El 8 de enero de 1992 llovió tanto en la antigua aldea de O Bao que los regatos parecían cataratas. Nada hacía presagiar al centenar de vecinos de las últimas aldeas que se tragó un embalse que aquel era el día. Nadie les avisó. Primero fue O Bao, luego Buscalque. Los terceros, los de Aceredo, rezaron el rosario en la iglesia encerrrados durante días. El diluvio aceleró la subida de la presa y, en pocas horas, el agua se había llevado las casas, las fincas; toda una vida. Cuatro aldeas quedaron sumergidas por el embalse de Lindoso que, tres décadas después, deja a la vista un paisaje lunar difícil de explicar. Ahora las cataratas son regatos pequeñísimos, en calma. El agua ya no hace ruido y como si de una película macabra se tratase, la escena rebobina hasta dejar a la vista las casas, las fincas; toda una vida. La última aldea anegada por la construcción de una presa en la provincia vuelve a la superficie. 

La drástica reducción de agua permite contar hasta una decena de casas: en algunas se intuyen los tejados, en otras se ve hasta el hueco de las ventanas por las que sigue entrando el sol. Los postes que vallaban las fincas de una zona -dicen- muy fértil para los cultivos aún se mantienen en pie, rodeando la tierra mojada en la que ya no crecen los naranjos. 

La familia de Carmen tenía dos casas en Buscalque. La primera y la última del pueblo. La primera y la última que se tragó el embalse. “A miña mamá que en paz descanse foi a última en abandonar a súa casiña. Foi andando e andando ata as aldeas do lado ela soliña. Mentres, a auga subía sen parar. A xente non o cría. Pensaron que auga non chegaba e chegou. Os maiores, sobretodo, pasárono moi mal”, explica esta vecina del nuevo pueblo de Aceredo, construído frente a la presa que se tragó el Aceredo original. “De cando en vez vese a moita xente pasear, supoño que moitos serán familiares que tiñan nesas aldeas. Tamén de Portugal se achegan ata aquí”, dice la mujer sobre el “fenómeno” curioso del turismo de embalses. 

Antes de la presa

Para quien vive pegado a la presa de Lindoso también es difícil de comprender el paisaje lunar. “O regatiño é o río Caldo, aínda ten que baixar algo máis. Hai dous anos víronse bastantes casas. Pero cando máis baixa está a auga é en outubro ou novembro, non agora. É raro nesta época”, explica el matrimonio de Carmen y Celso. “Agora vense casiñas, moitas desfeitas. E as fincas. A xentiña baixa ás veces a mirar”. Carmen señala la montaña: “Alí detrás estaba Buscalque. Algúns foron cara Ourense, outros no pueblo que fixeron de novo. Co que pagaron fixemos unha casa. O mellor pagado foron as casas. O que a tiña ruín ou o que a tiña máis boa, con que vivira alí, daba igual. Pagaron o mesmo. Cos montes si que houbo pleitos. Non se cobrou nada. Paréceme que vai quedar olvidado. Coma todo. Aquí vivíase moi ben antes do embalse”. “Bueno, sobrevivíase”, le rebate Celso. 

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