Moción de censura

Tamames acusa al Gobierno en la censura de Vox de no respetar la división de poderes

Tamames, en el debate de ayer.
photo_camera Tamames, en el debate de ayer.

El debate sirve para que el candidato insinúe un adelanto electoral, Sánchez presuma de gestión, Díaz se ubique en la lanzadera de su candidatura electoral, y Abascal se mida con el presidente

El excomunista y excentrista profesor Ramón Tamames, aupado por obra y gracia de Vox a una muy extraña moción de censura, sirvió de pretexto para que Pedro Sánchez presuma de las bonanzas de su gestión, para que Yolanda Díaz se ubique ya en la lanzadera de su candidatura electoral y para que Santiago Abascal pudiese medirse cara a cara con el jefe del Gobierno.

Debido a los problemas de movilidad derivados de su edad, el candidato de Vox, que no es de Vox, se ubicó en los medios del coso parlamentario en un escaño al que subió apoyado en su bastón y en el hombro de un ujier del Congreso. Arriba, en la tribuna de invitados, le observaba su esposa Carmen y dos de sus hijos, acompañados del cerebro de todo lo acontecido ayer en el hemiciclo, el escritor Fernando Sánchez Dragó.

El profesor descansó sus 89 años en el escaño vecino de su mentor Santiago Abascal bien dispuesto a la tarea. Pero tuvo que esperar. Y mucho. Porque el líder de Vox, en su ocasional papel de presentador de la candidatura, y Pedro Sánchez en el suyo propio de presidente, se enzarzaron en una especie de “debate dentro del debate” en el mundo raro en que ayer se convirtió el hemiciclo.

Por si acaso, Abascal citó los cariñosos calificativos que se dedicaron a su segunda moción tales como circo, disparate, esperpento, chirigota y cosas similares. Había una vez. Por terreno conocido, en su discurso aparecieron sus habituales reproches al Gobierno y las “noches crapulosas” del socialista Tito Berni.

Reprobación de Feijóo

Pero también reprobaron al candidato que ayer no era candidato, Alberto Núñez Feijóo, por escaquearse del pleno, aunque al final invitó a los del PP a hacer “borrón y cuenta nueva”. Le aplaudieron 51 diputados y tres senadores de Vox. Tamames, no.

Sánchez le respondió con una larga exposición escrita en la que censuró la cobardía del “telonero” por no presentarse e incluso recordó que nunca hizo la “mili” pese a presumir de patriota. “En todas partes, odio”, resumió Sánchez, afanado en desacreditar a Abascal, mientras el tiempo pasaba y Tamames, sin tomar notas pero en actitud de escucha, sonreía levemente al verse en una de las pantallas gigantes de la sala.

Tampoco olvidó Sánchez al ausente Feijóo y, cada vez que pudo, ligó a la “ultraderecha” de Vox con el PP, al que advirtió del “pago en diferido” que acarreará esta amistad.

Al replicarle, Santiago Abascal le afeó que llevara su discurso escrito, defendió que no hizo la mili porque pidió prórroga cuando era concejal en Llodio, protegido de ETA por dos escoltas, y luego el servicio militar dejó de ser obligatorio.

De nuevo Sánchez, y ya habían pasados dos horas, le contestaba. Un tercio del hemiciclo se había ido a tomar café cuando el presidente calificó a Ramón Tamames de “señuelo” de Abascal. Cómodo en su papel, le retó a presentar una tercera moción de censura. El cara a cara se llevó media mañana y hasta las 11.40 el candidato no comenzó a hablar, sin levantarse.

Era su discurso filtrado, sí, con variaciones para hacerlo más breve, pero con las mismas ideas, salvo un cambio llamativo: no ha pedido elecciones anticipadas, aunque sí las insinuó.

Su tono monocorde, de conferenciante, y el hecho de que no hablara desde la tribuna dieron a la escena un aire de tiempo congelado, solo avivado cuando cargó contra los independentistas o citó a Tito Berni, el “garbanzo negro” que Sánchez antes había admitido para contraponerlo a la “olla de corrupción” del PP.

Y así se fue cociendo, aburrida, una moción donde nada era lo que debía ser, sin énfasis dialéctico y con una última cita de Tamames al poeta Antonio Machado. Tras ser aplaudido por 52+3 de Vox, Sánchez le replicó. Lo situó junto a los herederos de Blas Piñar, diputado que fue en la Transición de la ultraderechista Fuerza Nueva, pero también en los postulados del PP de Rajoy y su “viejo modelo neoliberal”. 

Al lado del candidato, impertérrito, Abascal no paró de moverse inquieto, mientras hablaba con el profesor.  Casi hora y media que desesperó al veterano economista, quien al recuperar la palabra se quejó, más espontáneo, del abuso de tiempo de Sánchez y de que no le contestara a muchas cosas. Sobre Blas Piñar, aseveró que hoy día “nadie sabe quién es”.

Tamames llegó a pedir a la presidenta del Congreso una reforma del Reglamento para limitar el tiempo de las intervenciones del Gobierno. El caso es que despachó su réplica en poco más de diez minutos.

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