XEILA FERVENZA. Jugadora redondelana de balonmano recién retirada

Xeila Fervenza: "Nunca imaginé ser profesional, cuanto menos ganar una Liga"

Fervenza, con las camisetas de la SAR y el Guardés en el set de Atlántico.
photo_camera Fervenza, con las camisetas de la SAR y el Guardés en el set de Atlántico.

La expresión ‘mujer de club’ parece hecha a medida para Xeila Fervenza (Redondela, 1993). Durante más de tres lustros estuvo ligada a la SAR como jugadora en todas las categorías. Una trayectoria con innumerables vivencias en el equipo de su pueblo a la que ahora pone fin. Una vida deportiva dedicada al verde con un paréntesis de un año en el Guardés. Una pausa de oro, en la que no sólo debutó en División de Honor y en Europa, sino que formó parte del título de Liga de 2017, el único en la historia del balonmano gallego. Un recorrido dentro del 40x20 que siempre tuvo otro paralelo fuera, en los banquillos. Esa senda continúa para ella. Cómo no, en la SAR. “Literalmente es mi vida”, refrenda mientras pone el punto y aparte a una etapa para enfocarse en la siguiente sentada en el set de Atlántico.

¿Cómo se siente?

Tengo sentimientos encontrados porque aún lo estoy asimilando. En cierto modo, me siento aliviada porque por fin he sido capaz de tomar la decisión. 

¿Tanto le costó dar el paso?

Hace ya dos años que la tenía tomada. Pero al final me acababan convenciendo porque llegaba el verano, te olvidabas de lo malo y volvías a empezar en la pretemporada. Pasó así varias veces. Pero cuando no disfrutas ni tienes el tiempo que deberías para dedicarle al balonmano, en vez der ser un disfrute diario, se convierte en una obligación. Con todo, la gente no se cree que lo vaya a dejar.

¿Y usted se lo cree?

Quiero pensar que sí (se ríe). Me consta que hay apuestas por ahí de si cumpliré o no, pero mi idea es ésa. Obviamente que, si en algún momento pasa algo en la SAR y hace falta una mano, no cierro la puerta porque es mi club y por él haré lo que haga falta.

O sea, que hay posibilidades de un regreso.

Pero sólo si es muy muy necesario. Que las lesiones también tienen su parte en esto.

Pero más por obligación que por devoción porque, por lo que veo, ya no disfrutaba como antes.

Hubo un año muy malo en el que llegué a sentir pánico. Me sentí identificada con lo que decía Sandra Santiago en una entrevista aquí en Atlántico. Y dije que no podía seguir así. Es verdad que con el cambio de entrenador y de aire volví a disfrutar un poquito más, pero los entrenamientos, el trabajo, los viajes... Se hacía pesado y había que tomar una decisión.

Del final al principio: ¿cómo le picó el gusanillo?

Sinceramente, yo quería jugar al fútbol. Pero era imposible porque no había equipos femeninos en Redondela. Además, mi madre jugaba a balonmano en la SAR y me obligó a probar. Desde entonces, hasta ahora. Así que gracias a ella he tenido esta carrera.

Y salvo un año en A Guarda, siempre en la SAR. Toda una vida.

Literalmente, además. Conocí a amigas, viví las mejores experiencias de mi vida... Es un club muy cercano, muy familiar, donde me siento a gusto. Es mi casa. Conseguí muchísimas metas desde infantiles hasta la fase de ascenso. Y fue solamente a base de hacer equipo y disfrutar. Vivimos cosas muy bonitas.

Hablábamos de la pausa en el Guardés en 2017. Campeona de Liga. ¡Vaya pausa!

Ese año fue surrealista. Recuerdo la llamada de Prades cuando estaba con una amiga y decir "no puede ser". Le dije que tuviera claro que yo soy diestra en el extremo derecho, en plan "¿qué haces llamándome?". No podía perder una oportunidad así. Fui a vivir la experiencia y a aprender y acabamos siendo campeonas en un pueblo que vive el balonmano como ningún otro. Fue increíble.

¿Cómo recuerda ese tramo final y ese partido decisivo contra Granollers?

Esa semana se notaba en el pueblo que estábamos a nada de hacer historia. Me acuerdo del pitido final del partido. Creo que estaba en la otra esquina, llegué junto a las demás corriendo... Fue increíble. Y luego la celebración. Había visto muchas veces imágenes así cuando el Madrid o el Barça ganan las Ligas, pues fue eso en A Guarda y viviéndolo desde dentro. Yo nunca imaginé llegar a jugar en un equipo profesional. Cuanto menos ganar una Liga y hacer historia...

¿Alguna vez repara en que forma parte de la historia del deporte en Galicia?

Sí. Y cuando lo pienso, me doy cuenta de que soy muy afortunada. Por eso le tengo un cariño muy especial al Guardés y A Guarda. De hecho, tengo las coordenadas de A Sangriña tatuadas e intento que mis niñas tengan ese sueño muy presente. Porque a veces, aunque no lo esperes, se cumplen si trabajas duro todos los días para ello.

Y en su historia también está esa faceta de entrenadora, que ha desarrollado de forma paralela a la de jugadora. Desde los 16 años. 

Estudié magisterio y jugué a balonmano. Entrenar niñas es el nexo de unión de mis dos pasiones. Para mí es muy gratificante ver cómo salen las cosas que estuvimos entrenando. Te vas satisfecha del pabellón. Llevo cinco años con este grupo y me veo reflejada en ellas y quiero inculcarles ese amor por el balonmano y trabajar con ellas para que puedan conseguir cosas bonitas.  Y en cuanto a la trayectoria, me di cuenta este año un día en un calentamiento, cuando caí en la cuenta de que había entrenado a la mitad de mi equipo. Ahí es cuando dije: "Sí que tengo que retirarme; soy mayor" (ríe).

 ¿Hasta dónde se ve en el banquillo?

No lo sé. Mi pareja me dice si quiero seguir quitando niveles. A mí me gusta la base porque ves el reflejo de lo que trabajas más rápido. En el futuro cercano, me veo en la base.

En esta historia, ¿qué le ha dado y qué le ha quitado el balonmano?

Me ha dado mucho. Tuve la suerte de caer en una generación con sectores nacionales, una fase de ascenso, llegar dónde llegué... Son vivencias muy buenas. Pero sí que me quitó mucho tiempo con mis amigas, con mi familia... Me perdí tantas cosas...

Romantizamos demasiado el deporte de élite, ¿verdad?

Puede ser, sí. Hay cosas que no se ven. Los dos primeros años, viajando cada 15 días, lo llevas bien. Pero cuando ya llevas tantos años... En el Guardés, es un trabajo; pero en Plata es un hobby, que tiene mucha exigencia. Combinar esto con el mundo laboral acaba por hacerte ver que no tienes vida.

¿Aún se arrepiente de no haber jugado al fútbol?

Viendo algún partido en la tele, a veces sí… Pero luego, cuando llueve y hace frío, se me quitan las ganas. Mejor en un pabellón (ríe).

Los resultados pasan. Incluso los títulos. Pero lo que quedan son las personas y los lazos con ellas. ¿Cuántos ha anudado en todos sus años de balonmano?

Muchísimos. En la SAR tengo amigas. Del Guardés también, entre ellas Estela Carrera. Fue un gran descubrimiento pasar de verla en la tele a compartir vestuario con ella. De hecho ya es casi de la familia, mi padre la quiere más que a mí. También Estela Doiro, que seguimos en contacto. Aparte de alegrías o títulos, el balonmano te da personas, que me parece lo más valioso. 

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