Vigo es el motor de Galicia en exportación y cuna de las principales empresas exportadoras de la comunidad. Teresa Martínez es una experta en este campo.
¿Cómo han sido los últimos años para la exportación?
Estamos viviendo un crecimiento y son las grandes empresas que tenemos en Galicia las tractoras de todo lo que conseguimos comercializar fuera de nuestras fronteras. En la pandemia hubo una parálisis, fue la tormenta perfecta con la paralización del tráfico marítimo. Después vino la guerra de Ucrania y todo este contexto geopolítico nos ha afectado. Esto ha llevado también a que las empresas tomaran la decisión de no tener a sus proveedores tan lejos.
Pero terminó la pandemia y hubo que cambiar la estrategia.
Totalmente. Nuestro tejido empresarial necesita vender sus productos, comercializar sus servicios y estamos demostrando que en Galicia ya no es solo el sector agroalimentario, sino que somos muy buenos a nivel tecnológico o de I+D+i, nuestras ingenierías ya están reconocidas a nivel global.
Y Vigo es una referencia en internacionalización.
Así es. Primero por la pesca. Vigo, como punto de referencia en la entrada y salida de mercancías, tiene mucho que decir. Nuestro puerto y Termavi también. El hecho que tengamos aquí una terminal de contenedores es un punto muy fuerte. Luego porque tenemos industria que genera un tipo de bienes que nos lleva a exportar. Tenemos capacidad de exportación y estamos los suficientemente profesionalizados para poder abordar otros mercados.
Precisamente TMC International ayuda a las empresas a afrontar este proceso.
Durante muchos años viví el mundo de la internacionalización desde dentro de las propias empresas, llevando la dirección de departamentos de exportación. En 2012 vi el momento para ofrecer un valor añadido y un servicio senior desde fuera, porque muchas pymes no se pueden permitir el lujo de incorporar a su estructura un trabajador con experiencia.
Cuando una empresa llega a TMC y dice quiero exportar ¿cómo se organiza este proceso?
Lo primero es establecer un plan y hacer un diagnóstico. Cuando estamos en el fragor de la batalla de la producción y el proceso fabril, que a la empresa le lleva todo el día, no puedes diagnosticar. Pero hay que hacerlo para ver si se tienen recursos para abordar la internacionalización. Intento que el diagnóstico sea lo menos doloroso para la empresa, en cuanto a gasto de recursos y tiempo de todos los departamentos que intervienen, financiero, comercial y el de calidad.
¿Y el jurídico? Porque no todos los países tienen la misma seguridad.
Eso por un lado y además tenemos todas las barreras proteccionistas de cada uno de los países, que pueden ser técnicas, arancelarias, medioambientales o de certificaciones.
Cuando la mercancía llega a destino ¿qué se siente?
Eso es un subidón. Porque todo tu esfuerzo está en que ese bien o servicio llegue a destino y que se convierta en recurrente para la empresa. Si yo tengo un producto que quiero exportar a Panamá, Estados Unidos o Canadá hay muchas barreras, pero no son insalvables, sólo tenemos que conocerlas para prepararnos. Una vez que llegamos la satisfacción es total. Que alguien reconozca nuestro producto y lo quiera consumir también es una satisfacción.
Las empresas que empiezan a exportar ¿se animan a abordar nuevos países o muchas dan un paso atrás?
Cuando la empresa decide exportar no hay marcha atrás, porque empieza a obtener resultados y detectar que es el camino para crecer. Exportar es caro porque hay que hacer inversión y el retorno tarda en llegar, pero hoy en día las administraciones se están volcando en apoyos. Este es el futuro de la empresa.
