Moncho Borrajo: “En este país la fama hay que ganarla todos los días, aquí no hay mitos”

Moncho Borrajo visitó el set de Atlántico TV.
photo_camera Moncho Borrajo visitó el set de Atlántico TV.
“Nunca he contado chistes, yo hablo y en ese monólogo va saliendo el humor”, señala Moncho Borrajo

Con los pelos de punta de los nervios propios de un estreno y pese al frío invernal, Moncho Borrajo (Baños de Molgas, 1949) acudió a Atlántico TV para conversar sobre su trayectoria profesional. Habló de su gira de despedida de los escenarios que comienza mañana en el García Barbón, al que se refiere como su primer teatro, ya que pese a ser ourensano de nacimiento, vivió en la calle viguesa Martín Códax. Generoso, sincero y sin pelos en la lengua ofreció la entrevista previa a la función.  

 

 

Con este espectáculo se despide de los escenarios, ¿costó dar el paso?

Es una decisión que hubo que tomar muy seriamente. Me encuentro bien de salud, así lo atestiguan los médicos de la Seguridad Social, pero en Navidad cumplí 74 años y después de la muerte de María Carmen y de Arévalo, me puse a pensar que ya era el momento. Seguiré pintando y escribiendo, estoy a punto de sacar una novela, pero del mundo del espectáculo hay que saber retirarse, “mellor marchar a que te boten”. Hay que verse sobre el escenario con todas las facultades. Cuesta mucho olvidarse del aplauso, es muy duro, pero necesario. 

Y para la primera función de una gira tan especial escogió  Vigo.

Es un teatro que para mí siempre será el García Barbón. Allí fue mi primera actuación con 10 años, en la entrega de premios de mi colegio, los Maristas, con el grupo los Corcheas que había formado el hermano Miguel. Siempre fue un arma danzas. La ciudad de Vigo forma parte de mi vida, pero me da miedo y mucho respeto. El de Vigo no es un público fácil que aplauda a cualquiera, además gran parte del patio de butacas me conoce.

¿Cómo va a ser ese adiós?

Voy a recuperar monólogos anteriores, si Gila lo hacía, ¿por qué no voy yo a repetirme? Improvisaré y al final haré un payaso porque forma parte de mi esquema. Si dejo de improvisar, meterme con la política y con el que llega tarde, me convierto en la madre de Santa Teresa de Calcuta.

Bueno, un toque de humor para un comienzo de entrevista muy serio.

El otro día en un programa me tocó hablar de la depresión. Yo sufrí una depresión muy fuerte en 2016 en Vigo, estuve casi un año en tratamiento. Es algo que no se va, sigue viviendo contigo y de vez en cuando llama a la puerta. La gente se sorprende de que un cómico tenga una depresión. Fue muy difícil salir a la calle con esa cara triste y hacer un esfuerzo tremendo para sonreírle a la gente. Ahora solo tomo tres pastillas, para la próstata, para el azúcar y para los triglicéridos. Mentalmente, me encuentro muy bien. El tiempo se va y quiero tener tiempo para mí, llevar esa vida que no he podido tener porque soy persona que cuando trabajo, no voy de copas y salgo del teatro con pañuelo en la garganta. Mi respeto al público es tan grande que llegó al teatro dos horas antes. Lo hablaba con Raphael, no entendíamos cómo se puede llegar cinco minutos antes de salir al escena. (Mañana) estaré detrás del escenario diez minutos antes oyendo a la gente como entra y dando vueltas nervioso, enjaulado, pero eso es necesario. María Carrillo, que era como mi madre teatral, me dijo “el día que no sientas mariposas en el estómago, no salgas, porque ese día la cagas”.

En sus 52 años de carrera, ¿en algún momento tuvo que hacer de tripas corazón y que continuar con el show?

Mi madre murió un lunes, vine desde Barcelona a incinerarla y el miércoles actuaba. Hacía la función de “Loco” y aparecía a un lado del escenario sentado, vestido de blanco. Yo no lo dije, pero alguien se enteró de lo de mi madre y se puso a aplaudir todo el teatro de Barcelona. Tuve que hacer un esfuerzo enorme. El teatro sirve de ayuda, nos limpia, hay que hacer un esfuerzo tan grande para hacer reír que el dolor se va. Yo suspendía pocas veces, una en Vigo cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco, hacerla me parecía inmoral. Pues un señor fue a la taquilla a protestar, que no había derecho, que había pagado su entrada y tenía que actuar muriese quien muriese. Yo salí y le dije que cuando se muriera su madre me llamase para ir a contar chistes al velatorio. 

Antes dijo que los espectáculos de humor habían cambiado, ¿en qué lo nota?

Es otra generación, la del mundo del Comedy. Son espectáculos que surgieron en pequeños bares para distraer o eran los que salían antes de un show importante como entretenimiento. El monologuista no usa decorados, ni vestuario. Es otro concepto, creo que para ellos el teatro no es el sitio donde íbamos nosotros. Les da igual actuar en un teatro italiano, en un auditorio o en un campo de fútbol. Yo nunca estoy una hora antes de la función en el bar, el público no me puede ver o se pierde el encanto. Concha Velasco decía que su trabajo en televisión le hacía perder dinero en el teatro, porque la gente ya la había visto. El artista en general perdió ese encanto de Hollywood, el de salir bien vestido, ahora las artista van en chándal al supermercado. Están en todo su derecho, pero para mí se pierde algo.

Nunca se ha cortado en decir lo que piensa. ¿Sintió la censura alguna vez?

La sentí y la siento, no dejo que me afecte. Ahora hay más censura que antes. Cada espectador es un censor con su móvil. En redes sociales se puede criticar a todos. Yo me he hecho gran devoto de San Bloqueador de Alejandría, no soporto que me insulten por decir lo que pienso. En el franquismo comencé tocando canciones de autor en gallego en un bar de Valencia. Cada vez que entraba la policía, el dueño encendía una bombilla y yo disimulaba contando chistes. Un día, un simpático encendió continuamente la bombilla para que dejase de cantar. 

Y ahí surgió Moncho Borrajo el humorista.

Nunca he contado chistes. Yo hablo y en ese monólogo va saliendo el humor. 

¿Sin guionizar?

Mis textos están preparados, el 75% está escrito y se cumple a raja tabla, pero como buen gallego tengo el arte de estar hablando de un tema y saltar a otro para volver después al primero. Con ese ritmo parece improvisado. Tengo la suerte de hablar gallego, valenciano, catalán y tener algunos recursos en vasco para que el espectador sienta que el monólogo se lo estoy dedicando a él, algo que es cierto. Para los cómicos que solo usan su idioma autóctono como comunicación, fuera están muy limitados, los que se salvan son los mimos. La mayoría de los monologuista gallegos, que hay muchos y muy buenos además, se manejan igual en gallego que en castellano y no suelen tener problemas, a los catalanes les cuesta mucho.

Y ahora que se despide, ¿con qué momento se queda de su trayectoria?

Con esto, en Vigo, lleno, en Sevilla lleno. Pensar que después de 52 años un señor sigue llegando a la gente en un país tan difícil como el nuestro, donde la fama hay que ganarla todos los días, aquí no hay mitos. El cariño de la gente no tiene precio, lo sabe Serrat, lo sabe Raphael y lo sé yo. Con los años las cosas se valoran no por la cantidad, sino por la calidad. Que la gente nos saluden por la calle, tener la sensación de formar parte de la vida de otra persona es increíble. Así cuando viene la amiga de la depresión, puedo decirle que con este cariñlo no entra. Un día al acabar en La Latina, dos señoras pidieron verme, una quiso tocarne la cara, me la fue recorriendo con las manos. Le pregunté si era ciega y me contestó que aún no, pero que en un año perdería la vista y quería saber la cara que pondría cuando actuase. Me cayeron un par de lágrimas. Antes a las embarazadas les ponía una canción y se las regalaba en casete o cd, pasados los años venían las señoras acompañadas por chicarrones que me cantaban esa canción. Eso o que las ostreiras me pidan beso nada más verme, eso es el premio de la vida y me llena de responsabilidad porque no les puedo fallar.

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