Tesla fascina al mundo pero no sin riesgos

Economía

Su valor en bolsa se ha disparado hasta parecer algo milagroso y su actividad inversora con el bitcoin de por medio le ha hecho ganar más con la criptomoneda que fabricando sus caros coches eléctricos.

El director general de Tesla Motors, Elon Reeve Musk.
El director general de Tesla Motors, Elon Reeve Musk.

Un cálculo hecho por el periodista Sandro Pozzi, que sigue de cerca lo que pasa en Wall Street, revela que Tesla vale tanto como General Motors, Ford, BMW, Toyota, Honda, Daimler, Ferrari, Nissan, Subaru, Lyft, Autozone, Harley-Davidson, Volkswagen, O’Reilly, Mazda, Kia y Aston Martin, juntas. El sentido común indica que eso es una barbaridad, pero no que sea falso el cálculo de este freelance afincado en Nueva York.

No solo pasan ese tipo de cosas en EE UU. En España, hace ahora unos veinte años, ya se dieron casos así: en pleno boom de las puntocom –saldado con un fiasco–, una empresa que no ganaba dinero ni se sabía cómo podía ganarlo llegó a tener un valor superior al de bancos como el BBVA o energéticas como Repsol. Pero al final se volatilizaron más de 46.000 millones de euros, que fue el valor alcanzado por Terra. El BBVA y Repsol siguen en pie.

Tesla no solo es famosa en el mundo por sus coches eléctricos, cuya calidad parece contrastada, sino también por las andanzas de su creador, Elon Musk. Y esta semana fue noticia por su valor en Bolsa pero también porque ha ganado más en un mes con el bitcoin que en 12 años de producción de coches. En realidad Tesla es una empresa que no está habituada a ganar dinero –salvo en 2020– pero que tiene mucho valor. Pasó, por ejemplo, de perder 862 millones en 2019 a ganar 721 millones en 2020.

Es todo muy extraño: empezando por la filosofía del propio Musk –y de Tesla–, ya que es un contrasentido abanderar la apuesta por el medio ambiente y los coches eléctricos y en paralelo invertir 1.250 millones en bitcoins y aceptar pagos en esta criptomoneda, cuya producción requiere un inmenso gasto energético para mantener los servidores que dan soporte a la tecnología en que se ampara, denominada blockchain.

Situaciones así desatan fascinación por las finanzas –algo humano– pero exigen también un poco de reflexión, ya que son prácticas al alcance de unos pocos que cuando se generalizan suelen terminar en fiasco, como las acciones de Terra.

¿Quiere eso decir que hay que ponerle puertas al campo de la fantasía que desata el progreso tecnológico? Por supuesto que no. Pero sí quiere decir que hay que aspirar a su regulación, del mismo modo que sucede con la vieja economía. En ese sentido, puede ser oportuno el comunicado conjunto del Banco de España y de la Comisión Nacional del Mercado de Valores en el que advierten de los peligros que conlleva invertir en criptodivisas; máxime ante el riesgo de una posible burbuja. Nadie discute a estas alturas que las cibermonedas –el bitcoin es la moneda virtual o criptomoneda más popular pero hay muchas más– van camino de consolidarse en el sistema financiero, donde son útiles para hacer pagos y, a veces, para generar valor, como lo prueba el hecho de que en el último año, un bitcoin pasó de valer apenas 9.000 dólares a superar los 48.000 dólares. Eso sí, sin apenas transparencia.

Esta nueva economía financiera no le agrada ni a la banca tradicional ni a los bancos centrales, que la demonizan o fomentan la creación de corrientes de opinión desfavorables. Tal vez la solución esté en el medio: ni de la mano de los especuladores ni manteniendo –solo– el sistema financiero tradicional. Pero para que eso sea posible es necesaria una regulación, que en este caso tendría que ser global o al menos estar concertada por los bancos centrales de EE UU, China, la UE, Japón y el Reino Unido.

@J_L_Gomez

Contenido patrocinado

stats