Nadal, el mejor tenista de la historia
TENIS
Primero que logra 21 títulos Gran Slam con un triunfo épico en el Open de Australia y una remontada heroica ante Medvedev. España se rinde con su gesta a los 35 años y tras la lesión
Y ahora qué? Durante dos décadas se han superpoblado de loas grandilocuentes las gestas de Rafa Nadal. Tanto, tanto, tanto que al final sí que va a ser verdad aquello de que no hay palabras para definir al gigante de Manacor. Porque lo que hizo ayer el balear, superlativo ya de por sí, le ha catapultado a una dimensión que no conoce ningún hombre en el mundo del tenis. Su vigésimo primer título de Grand Slam le deja en solitario al frente de la clasificación de campeones de ‘majors’ y deshace el desempate con Novak Djokovic -que no compitió en Australia después de un culebrón que eclipsó al propio deporte- y con un Roger Federer que ya daría una alegría solo con volver a jugar. Así pues, Nadal se embarca rumbo a lo desconocido en la categoría masculina, hacia un universo que solo conocen Steffi Graff (22), Serena Williams (23) y Margaret Court (24).
Y entre tantos partidos de leyenda, tantos títulos inolvidables y tantos desempeños portentosos, el de ayer entra directamente al cuadro de honor. Por no decir al top-1. Nadal remontó un 2-0 en contra ante un Daniil Medvedev que meses después de dejar a Djokovic sin su grande número 21 en Nueva York, ya saboreaba la misma sensación ante el manacorí. El ruso ganaba 3-2 en el tercer set y disponía de tres bolas de break. El momento clave del partido. El balear las levantó todas para acabar ganando el juego. Y el set. Y el siguiente. Y el siguiente. Una catarsis ganada a pulso con su tantas veces cacareada testiculina. Pero también con un tenis de quilates y una condición física fuera de serie lograda en tiempo récord tras seis meses de inactividad y una intervención quirúrgica en el pie hace un par de meses.
Más allá de los clásicos “de otro planeta”, “grande” o “padre”, la última moda en comunicación, detrás de esto hay trabajo -físico y psicológico- y disciplina en cantidades industriales. Pero, sobre todo, un talento infinito, una capacidad técnica portentosa y demasiado poco valorada y una inteligencia táctica que, unida a la tantas veces mentada fortaleza mental, le capacita para cambiar el rumbo de los partidos tantas veces como haga falta.
Ayer empezó mal. Con prisas. Hasta con dudas. Lo ejemplifica el segundo set que perdió, sacando para ganar con 5-3, que acabó en un tie-break en el que estuvo poco fino y terminó por llevarse el ruso. Luego le devolvió la moneda en el citado momento cúlmen del tercero. Ese cambio de inercia llevó a Medvedev a bajar su nivel de tenis en una cuarta manga que el manacorí ganó con claridad.
Varios factores entraron en juego además del mental. El primero y fundamental, que Nadal dejó de insistir en sus clásicas bolas altas sobre el revés del rival. El ruso, de casi dos metros y con un cohete de revés, ni se despeinaba para castigar. Siempre bien apoyado. Cuando el balear varió de direcciones y de alturas, la película cambió. Y de tragedia se pasó a la épica. Todo ello aderezado con un gran servicio, un juego de revés más agresivo y varias buenas voleas en la red. Porque no hay secretos en la excelencia del hombre con más Grand Slams. Trabajar y mejorar año a año sus puntos menos fuertes. Así ha conseguido incrementar en 12 km/h la media de sus segundos saques. Una barbaridad.
Su último escollo fue resetear después de que Medvedev quebrase su servicio cuando Nadal sacaba para ganar. Inmediatamente después, el balear devolvió el break y a la segunda no perdonó. Se queda líder en solitario en la carrera. Ya espera París. Su casa. Donde siempre agranda -aún más- su leyenda.
DESDE EL CLUB DE CAMPO
RÓBER RODRÍGUEZ
La nota más importante
Dicen que la nota más importante del músico es la que viene después de un fallo. Es la esencia de Rafa Nadal y la mayor de sus virtudes por encima de las muchas y excelsas que tiene. Cualquiera habría dudado tras perder el segundo set con 5-3 y servicio, después de verse 2-3 y 0-40 abajo en el tercero y habiendo sacado para ganar en el quinto y ver cómo Medvedev levantaba un 30-0. Nadal no. Empieza de cero en cada punto. Acierte o falle. Y resetear después de todo esto en una final de Grand Slam es tan difícil que resulta imposible de imaginar.
Pero esta remontada solo se concibe desde lo tenístico.De otra forma sería imposible que se produjera. La mentalidad indestructible la lleva de serie. La capacidad para darse cuenta de que tenía que cambiar su juego para llevarse el título, fue la clave. Porque Rafa jugó un primer set muy precipitado, asumiendo que a su edad no podría aguantar un partido de cinco horas -y al final vaya si lo hizo-. Mejoró en el segundo, pero los nervios le traicionaron con 5-3 y servicio. Porque aunque no lo parezca, es un ser humano. Y se pone nervioso. También Medvedev, más allá de su lenguaje corporal. El ruso sintió la presión y al final cedió.
Para llegar a ese escenario algo tuvo que cambiar. El momento culminante del encuentro fue ese 2-3 y 0-40 a favor de Daniil. Levantar eso fue un giro radical en la inercia. Pero un vuelco en los ánimos no es suficiente. Hace falta más. A partir de que Nadal dejó de insistir en las bolas altas sobre el revés del ruso, el viento cambió. Porque esa bola tan característica de Rafa es menos molesta contra un jugador de 1,98 con un revés como un martillo pilón. Fue el momento de demostrar que el manacorí es mucho más que testiculina -que también-. Encontró la derecha paralela, subió la agresividad con su revés, ganó puntos en la red y elevó la efectividad de su servicio. No solo el primero, que hace tiempo que lo convirtió en un arma más de su arsenal. También el segundo, que se ha vuelto mucho más incisivo y venenoso. De esta forma, Medvedev dejó de pegar bien apoyado y de montarse sobre la bola. Tuvo que empezar a golpear en carrera. Así crecieron los errores, la incomodidad y las dudas. Y claro, también la presión.
Fue el principio del camino hacia el vigésimo primer Grand Slam. Un título que no entraba en los planes de Rafa. Su idea en Australia pasaba por jugar partidos, ganar confianza y crecer para afrontar la temporada con optimismo. Pero todo es posible cuando está en una pista de tenis. Incluso después de seis meses de inactividad y de pasar el covid en un inoportuno momento que puso en jaque la posibilidad de jugar. Porque, de todas sus gestas, la de ayer es la mayor hazaña de la carrera de este gigante, que asoma la cabeza entre otros dos gigantes, en una época que jamás se había vivido antes ni se volverá a vivir después. Disfrutémosles. A los tres. Lo resumiría todo en este titular. Porque da igual quién gane esta batalla. Los que ya hemos ganado, y además con creces, somos los amantes del tenis.
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