El vigués José Manuel Bermúdez acudió a cuatro Juegos y atesora dos diplomas olímpicos tras forjarse en el Náutico

Todo un remero indómito

Bermúdez, campeón de España junto a Vergés y el timonel Juscafresa.
José Manuel Bermúdez vive y ha vivido siempre entre corrientes, tanto dentro como fuera del agua. Las primeras las ha sabido domar y las segundas le han llevado a convertirse en todo un personaje dentro del remo español. Primero como remero y después como entrenador, nunca ha pasado desapercibido.

En el bagaje de este vigués, nada menos que seis Juegos Olímpicos, cuatro como deportista y dos como técnico federativo. A dicha cifra de citas olímpicas sólo han llegado otros dos deportistas gallegos, el tirador Jaime González y el piragüista Alfredo Bea.

Y todo empezó cuando con 13 años, paseando por el Náutico, le llamó la atención un barco 'desconocido para mí, con dos remeros y que hacía ruido'. La casualidad quiso que apenas unos días después, Arturo Abruñedo, responsable entonces y ahora del remo del club vigués y vecino de los Bermúdez, le comentase a los padres de José Manuel que buscaba gente. Y desde entonces, hasta ahora.

Desde cadete obtuvo resultados y a los 15 años, superó incluso en una regata social a Franco Cobas, por entonces subcampeón de España. 'Me fui a casa sin saber que tenía que recoger el trofeo y me lo vino a traer Cobas', rememora. 'Fue el que me retiró', recuerda el ahora presidente del Náutico, también olímpico en Roma 1960.

Todo ese potencial lo detectó Cataluña y José Manuel se mudó a Banyoles en 1975, con apenas 17 años. 'Galicia no apoyaba a los deportistas y allí había un mecenas, Pedro Abreu. Cubrían mis gastos y ayudaban a mi familia', explica.

Ya afincado en tierras catalanas, comenzó su historia olímpica. Dos diplomas olímpicos la jalonan, incluido un cuarto puesto (Moscú), esa plaza a la vez tan meritoria y tan desgraciada: 'Es una putada –reconoce–. Te duele porque lo tienes tan cerca y nadie te reconoce nada. Si ganas una medalla, eres el rey del mambo y por una posición, tienes un trabajo o no. Al final, esto va así'.

Tras no competir en Montreal 'aunque ya ganábamos a los séniors y acabó por no ir nadie', en Moscú 'pasamos a la final con el mejor tiempo' en el '4 con', 'pero en la final el viento nos perjudicó '.

Nuevo ciclo olímpico, con Los Ángeles al fondo y Bermúdez acudiría en otro barco. De hecho, cada una de sus presencias en los Juegos fue defendiendo uno diferente porque 'no tenía ningún problema para cambiar'. Y, como técnico, expone su teoría: 'No creo en los entrenamientos con un mismo grupo para un barco durante mucho tiempo, a no ser que sea un grupo que se lleve muy bien y eso es muy difícil. Es como en el fútbol. Los internacionales sólo se juntan para cada cita. Lo de formar barcos para cada ciclo olímpico es una tontería'.

En Los Ángeles le tocó remar el '2 con' y acabó en una meritoria décima plaza –cuarto en la final B–. Y vuelta a empezar con otro ciclo con Seúl como objetivo. Dos años antes de acudir a Corea, Bermúdez formaba en un cuatro 'que estaba muy bien a nivel mundial, siempre nos metíamos entre los primeros y nuestro peor puesto fue un cuarto'. Pero la lesión de uno de los componentes, Suso González, obligó a recomponer la situación y el vigués pasó a remar el doble scull. Todas estas circunstancias hacían que las perspectivas no fuesen demasiado optimistas y por eso supo tan bien el diploma olímpico de la séptima plaza final: 'Íbamos con menos ambición, así que las sensaciones fueron mejores que en los dos Juegos anteriores'.

Quedaba otro largo cuatrienio hasta Barcelona, que resultó especialmente movido debido a las malas relaciones de Bermúdez con la Federación. Fuera de los planes federativos, el vigués formó un dos que llegó a competir contra España en la Copa del Mundo en Lucerna como Cataluña 'y lo dejamos a ocho segundos, pero nos cayó una sanción de tres años'. Esa rebeldía lo llevó incluso, en el año 91, a remar por Francia: 'La relación era pésima. Como ganábamos todas las regatas en España de calle, llegaron a decir que nos dopábamos'. Con todo, cuando llegaron los Juegos 'me vinieron a buscar' y en el Cuatro Scull acabó una vez más en la décima plaza final.

Este carácter indómito guarda 'muy buen recuerdo' de sus cuatro Juegos: 'Me escapaba de la villa porque me gustaba ver la realidad de las ciudades. Y, menos en Moscú, acudí a todas las ceremonias de inauguración y me quedé con los gorros de las chicas que portaban el cartel de España'. Como para decirle que no...n

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