Indigestión de cemento para el Coruxo

Dani Pereiro trata de iniciar una acción ofensiva ante la presión de Pana, uno de los dos puntas visitantes, primera piedra del muro del Guijuelo.
photo_camera Dani Pereiro trata de iniciar una acción ofensiva ante la presión de Pana, uno de los dos puntas visitantes, primera piedra del muro del Guijuelo.
El Coruxo empató sin goles ante un Guijuelo rocoso, que rascó el punto que fue a buscar a O Vao pese a un arreón final del equipo verde, con tres ocasiones muy claras malogradas

El recuerdo de los diez minutos finales con el Coruxo volcado hacia la portería del Guijuelo deja un regusto agradable en la boca del espectador que presenció el choque de ayer. El conjunto vigués generó tres situaciones muy claras que Añón, Dani Vidal y Teles no pudieron embocar. Fue el enjuague a una comida pesada, de digestión lenta, en forma de partido cerrado, vacío de ocasiones y superpoblado de disputas en sus primeros 80 minutos. Y hasta ese padaleo final dejó cierta amargura porque, ya con el envite acabado, Alberto Domínguez vio la tarjeta roja por protestar, con los daños colaterales que conlleva.

Viendo la dinámica y los números del Guijuelo, parecía claro que el partido se iba a parecer más a un bocadillo de cemento que a uno de jamón, pese a la clásica segunda indumentaria de pata porcina que el conjunto salmantino volvió a vestir en O Vao.  Dos líneas de cuatro más duras que cenar a las 12 de la noche y un doble nueve más dispuesto a cortocircuitar la salida desde atrás local que a buscar la portería contraria. Semejante bloque hormigonado imposibilitaba al Coruxo conectar por dentro pese a que De Dios cambió el esquema y sumó a Mikel Carro al trío de tocones formado por Dani Vidal, Pitu y Añón a costa de deshacer los tres centrales. Sin resultados. Semejante panorama forzaba a Andriu a jugar en largo sobre las carreras de Davo. Sin opciones. Esos balones frontales eran caramelos para Asiel y Pica, los fornidos centrales visitantes. Le quedaba, eso sí, un buen arma al cuadro vigués. Seguramente su favorita. Pero ni a balón parado encontraron argumentos los de verde. Era como intentar mellar la piedra con un escarbadientes.

La parte positiva de esta inacción en un área era que se replicaba en la otra. O casi. Porque un resbalón de Pereiro casi le cuesta un disgusto a la escuadra local. Cuando Pana se plantaba ante Alberto Domínguez, Johan apareció a la velocidad de la luz para desbaratar la acción. Legalmente para el Coruxo y para el árbitro. En forma de penalti, para el Guijuelo.  Más allá de esta situación límite y algo más de juego directo y balón parado, el equipo jamonero no inquietó al portero compostelano. El partido era como mirarse en un espejo para los dos implicados. 

Una situación así solo podía destrabarla el tiempo. Su inexorable paso introduce el cansancio, genera los errores y propicia los espacios. Básicamente, promueve la diversión. Con esa fe en su mente jugó el Coruxo, que empezó a encontrar leves fisuras en la estructura jamonera. Naveira y Johan pisaron más campo rival en diez minutos que en todo el primer acto. Pero la superpoblación del área visitante impedía cualquier remate. No sería porque Andriu no lo intentó con ganas en cada balón parado o incluso en una acción en la que salió desde atrás a base de una pared. El tinerfeño estuvo imperial.

Ese correr de los minutos también fijó voluntades. La del Guijuelo, que era rascar un punto, no hacía más que crecer. Y la del Coruxo, en su lucha por los tres, buscaba la forma de cristalizar. De Dios movió el banquillo, sumó efectivos por dentro y por fin pudo correr. Los espacios disponían y Añón proponía. De las botas del coruñés crecía el peligro. Un orballo ligero, que pasó a lluvia fina y se convirtió en aguacero en los últimos diez minutos. Precisamente el herculino y Dani Vidal gozaron de una doble ocasión dentro del área, dos veces repelida bajo los palos por los cuatro futbolistas visitantes que protegían su marco. Poco después, en una acción similar, Vander vio deslizarse por la línea de fondo un disparo que hizo escala en la pierna de un rival. Así languideció el choque, que en su final mezcló la expulsión de Alberto por protestar y la solicitud de antiácidos para el estómago. Falta hace.

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