Balonmano

El Guardés escenifica una tragedia griega en Turquía

Carolina Silva y Fanny Descalzo bloquean el paso a una jugadora turca que reclama una intervención arbitral, tónica que se repitió varias veces ayer, en                el encuentro disputado en el Antalya Sports Hall de la ciudad turca.
photo_camera Carolina Silva y Fanny Descalzo bloquean el paso a una jugadora turca que reclama una intervención arbitral, tónica que se repitió varias veces ayer, en el encuentro disputado en el Antalya Sports Hall de la ciudad turca.
El equipo miñoto sucumbió con claridad en la vuelta de la final de la Copa Europea ante un Konyaalti superior, que neutralizó la ventaja de 6 goles de la ida para ganar por 13

La antigua Grecia iba más allá de la actual. Ocupaba, entre otros territorios, la costa de la Península de Anatolia. Por eso, de algún modo y quizá con alguna que otra licencia histórica, se puede decir que lo que padeció ayer el Guardés fue una tragedia griega, por mucho que se escenificase en Turquía. Allí, en el sur del país otomano, en la ciudad de Antalya, el equipo miñoto perdió la final de la Copa Europea en un partido de vuelta en el que todo lo que podía salir mal salió mal. El Konyaalti, nuevo campeón continental, superó con claridad al conjunto de O Baixo Miño en un choque que se rompió muy pronto a favor de las actrices locales y en el que las encargadas de impartir justicia no tuvieron su mejor día.

Porque es cierto que las colegiadas macedonias no firmaron una buena actuación. Mucha permisividad con la defensa otomana y muy poca con la visitante. Y aunque no se puede decir que una derrota por trece tantos sea culpa de las árbitras, sí que fue la primera e importante piedra en un escenario plagado de obstáculos. 

El objetivo era aguantar al principio y no se cumplió. En el minuto 6, el Konyaalti ya ganaba 4-1. Una amenaza que terminó de cumplirse en el 17, cuando el colectivo otomano ya había neutralizado los seis goles de ventaja conseguidos en la ida (11-5).

Era un mazazo muy duro a la confianza. Durísimo. Ana Seabra paró el partido, probó a cambiar a Carratú por Míriam Sempere en la portería, a intentar un 5:1 en defensa… Movió el árbol. Pero aunque la guardameta de Santa Pola tuvo una buena aportación, no fue tan diferencial como la inquilina del marco contrario. Imamoglu, inmensa, se fue a más de un 50% de efectividad. Una actuación memorable que frenó en seco cualquier intento miñoto. 

Esa frustración propició un nuevo revés al final del primer tiempo. Esa ventaja de seis tantos pudo rebajarse en un par de ataques, pero entre la permisividad arbitral con la contundente defensa turca y la actuación de la portera, el conjunto miñoto se quedó anquilosado en siete dianas. No solo eso. En la segunda mitad del primer acto, el Mecalia tan solo anotó dos tantos. El Konyaalti, en cambio, seguía sumando. Un parcial de 3-0 en los últimos cinco minutos llevó el choque al descanso nueve arriba (16-7). Demasiado. 

Sólo quedaba apelar a una vuelta a la tortilla. A un giro teatral de los acontecimientos. A que la obra, de repente, se conviertiese en la epopeya del héroe. O de las heroínas, alcanzando la inmortalidad con un trago de ambrosía. En un precioso sueño que todo el mundo quiere imaginar. Lamentablemente para el Guardés, la realidad se rige por otras normas y la frontera entre la justicia y la injusticia es tan difusa como un sol tibio de invierno entre los nubarrones. 

No hubo manera. Y eso que el equipo miñoto mejoró. Más ajustado en defensa, con Míriam Sempere parando y cogiendo vuelo en varios contraataques. Por momentos, incluso recortó distancias. Pero fue como cuando estás en duermevela y en vez de quedarte dormido, te acabas despertando. Las pérdidas y los errores en el lanzamiento fueron una cruz para el Guardés. Porque por más que el partido de la portera turca haya sido apoteósico -que lo fue-, el equipo de Seabra marró muchos lanzamientos claros en seis metros o incluso en contraataque. La impotencia empezaba a apoderarse de la escena. 

Además, el técnico local encontró en el ataque con siete la manera de hundir una defensa abierta y presionante del Guardés que parecía funcionar. Con dos pivotes en la línea, Ikhneva y Premovic encontraron espacios. Con ellos, castigaron sin piedad. Y cuando no lo hacían, las colegiadas se apresuraban a pitar golpe franco. 

A estas alturas, el conjunto miñoto dijo basta. Las jugadoras recordaron la enorme carga de partidos que acumulan y, frustradas por todo lo que estaba aconteciendo, bajaron los brazos. Y al entenador local le pareció buena idea pedir tiempo muerto a falta de 50 segundos para el final, cuando la final estaba resuelta. Así acabó todo. Queda la historia de haber llegado donde nunca antes nadie llegó en el balonmano gallego. Pero también el dolor de haberlo acariciado y acabar siendo protagonista de una tragedia griega. Aunque fuera en Turquía. 

Antalya Konyaalti BSK:
Isabelle Ben (p.), Yagmour Bembeyaz (p), Imamoglu (p.); Türkylmaz, Gakidova (4), Akalin (2), Janeska (2), Bozdogan (7), Özturk, Ayedemir (2), Sannikova (2), Sahin, Premovic (9), Ikheva (5), Imamoglu, Cetin y Aydin (1).

Mecalia Atlético Guardés:
Marisol Carratú (p.), Míriam Sempere (p.); África Sempere (1), Sandra Santiago (8), Nazaret Calzado (3), Giselle Menéndez, Carolina Silva (1), Pauli Fernández, Cris Cifuentes (1), Patrícia Lima (2), Estefanía Descalzo, Celia López (1), Elena Amores (2), Carla Gómez, María Sancha y Daniela Moreno (1).

Marcador cada cinco minutos:
2-1, 6-3, 9-5, 12-6, 13-7, 16-7 (descanso); 18-9, 21-10, 22-12, 26-15, 28-17, 33-20 (final)

Árbitros:
Marija Ilieva y Silvana Karbeska (Macedonia del Norte). Excluyeron con dos minutos a las locales Ikhneva y Gakidova y a las visitantes África Sempere y Patrícia Lima.

Incidencias:
Partido de vuelta de la final de la Copa Europea, disputado en el Antalya Sport Hall de la ciudad turca de Antalya.

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