Leopoldo Centeno compitió en Pentatlón Moderno en Seúl'88 y repitió en Barcelona'92 con su hermano gemelo Jesús

La dinastía de los Centeno

Leopoldo Centeno, la semana pasada en Vigo.
Leopoldo Centeno padre fue jugador de baloncesto en el histórico Dyc Breogán, con el que llegó a jugar en Primera División. Posteriormente, se dedicó de manera profesional a la equitación.
La genética puso algo de su parte y el apego familiar hacia el deporte, también. Si a todo ello añadimos un trabajo constante a lo largo de muchos años, el resultado es que los gemelos lucenses Leopoldo y Jesús Centeno Moyer vivieron en persona el sueño olímpico.
Leopoldo relata su historia, que se puede extrapolar, casi palabra por palabra, a su hermano Jesús. Apasionado de la hípica prácticamente desde que tiene uso de razón, comenzó con el atletismo cuando le recomendaron practicar otro deporte. 'Enseguida empecé a destacar', recuerda. El siguiente paso llegó, 'por casualidad'. A principios de los ochenta, se formó en un club de Toledo –ciudad en la que residían por aquel entonces– una sección de Pentatlón Moderno, disciplina que combina salto ecuestre, natación, tiro, esgrima y atletismo. 'Era algo muy atractivo para un niño. No lo conocía, pero tenía facilidad para el atletismo y la equitación. No te planteas nada más que competir y pasártelo bien, pero empecé a subir peldaños en campeonatos autonómicos y, después, nacionales', afirma Leopoldo, afincado en Vigo desde hace ahora tres años.
Pero ser olímpico, entonces, era poco menos que un sueño muy lejano. 'Recuerdo estar viendo por televisión los Juegos de Los Ángeles, sólo cuatro años antes de ir a Seúl, y me parecía imposible estar algún día ahí', señala el lucense.
El punto de inflexión llegó dos años más tarde, en 1986, con el cuarto puesto en el Campeonato del Mundo sub-21 de Montecatini (Italia). 'Hasta entonces, no me lo creí'. A partir de ahí, el Pentatlón Moderno se convirtió en el modo de vida de los gemelos Centeno. Vivían en la Residencia Blume, entrenaban ocho horas diarias y empezaron a participar en las pruebas de la Copa del Mundo, clasificatorias para los Juegos. Leopoldo, que incluso llegó a ser nominado al trofeo Elesse a la mejor promesa del deporte español, se ganó una plaza como titular en los Juegos de Seúl 1988. Su hermano Jesús también fue a la capital coreana, aunque como suplente.
'Seúl es mi mejor recuerdo de unos Juegos, con diferencia. Era mi primera vez, iba con el objetivo de participar y la vida en la villa olímpica era espectacular. En un espacio pequeño, conviven muchas de las culturas del mundo; el ambiente es muy sano, comes junto a deportistas reconocidos y es como una pequeña ciudad, donde puedes encontrar todo lo que necesitas menos bancos y dinero, porque todo es gratis', asegura.
En Corea fue 10º por equipos y 38º en individuales. Pero era el más joven en su disciplina –21 años– e ir a Seúl ya colmó sus expectativas. Cuatro años más tarde, la historia sería bien diferente. 'Después de Seúl, la meta era Barcelona'. El equipo español –con los gemelos Centeno– aspiraba a conquistar una medalla, avalado por su cuarto puesto en el Mundial de 1991. Leopoldo, además, era sexto en el ránking mundial y había sido sexto en el Masters, que reúne cada año a los veinte mejores del mundo. Pero pagaron la presión que conlleva el hecho de competir en casa. Fueron 12º por equipos y 27º (Jesús) y 37º (Leopoldo) en la clasificación individual.
Dos años después, Leopoldo, licenciado en Empresariales, se retiró. Entonces, formaba parte ya de la historia del deporte gallego.

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