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De la ilusión del joven al adulto

Leopoldo Centeno, nacido en Lugo y residente en Vigo, posa en el monumento a los olímpicos.
photo_camera Leopoldo Centeno, nacido en Lugo y residente en Vigo, posa en el monumento a los olímpicos.
Leopoldo Centeno disfrutó de los Juegos de Seúl como debutante y vivió una decepción deportiva en Barcelona

Leopoldo Centeno Moyer es un deportista atípico, de carrera corta, vida larga, de ilusiones rotas y del cariño que surge con el paso del tiempo. Ahora, a los 52 años, el lucense reside y trabaja en Vigo tras disfrutar de su vida deportiva en Barcelona, criarse en Toledo y pasar por Madrid. Tantos lugares de paso como las cinco disciplinas del pentatlón moderno, que combina natación, carrera con tiro, hípica, esgrima y cross. "Lo expliqué millones de veces. Siempre pensé que tenía que llevarlo grabado y darle al play en el momento de la pregunta. Es algo normal", reconoce Centeno. Añade que "lleva en los Juegos Olímpicos desde la primera edición, pero es desconocido, nunca llegó a popularizarse como sí hizo otra disciplina de pruebas combinadas como el triatlón. Hay bastantes practicantes, pero pocos populares porque exige mucho tiempo al tener tantas modalidades". 
 Por este motivo, el camino para llegar a ser uno de los mejores especialistas del mundo en esta disciplina a finales de los años 80 es toda una curiosidad. "Llegué a ello sin buscarlo, casi de casualidad", admite Centeno. "Mi hobbie era montar a caballo. Vivía en Toledo y había un club allí. Yo era joven y, al practicar disciplinas distintas, me animé porque me divertía mucho más. Si haces varios deportes lo pasas mejor que practicando uno sólo. Era un niño y entré en este mundo jugando. Después, las pruebas físicas mías eran buenas, comienzas a ganar competiciones y, sin querer, ya estás bien posicionado en el ránking", matiza. 
Y, así, casi sin querer y poco a poco: "En el año 1986, estaba en el ránking de las mejores promesas del deporte español porque finalicé cuarto del mundo. Y a finales de los ochenta, estar en la élite mundial de algo en España era excepcional. Había pocos deportistas en lo máximo de su disciplina. Yo me vi en ese ránking con Arantxa Sánchez Vicario o Fernando Martín". En aquel momento, Leopoldo Centeno residía en el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona. Ya era un profesional, y a los 21 años, disputó los Juegos Olímpicos de Seúl en pentatlón moderno. "Fueron los que más disfruté, acudí sin presión". Finalizó en el trigésimo octavo puesto: "Era todo totalmente nuevo y sólo podía sacar cosas positivas. Carecía de presión resultadista. Era un veinteañero libre. Estuve más de un mes y pico allí y conoces a gente de otros muchos deportes. Es toda una experiencia vital. Estás metido en un clima que propicia el mestizaje y que facilita el entablar conversación con gente de todo el mundo. El ambiente es muy bueno y para un chaval joven como era yo, es algo espectacular. Veías en persona a gente que antes lo hacías por televisión y hablas con ellos e, incluso, por la noche vas a tomarte unas copas porque competí al principio de la cita y después tuve tiempo libre en Seúl".
Con la perspectiva del tiempo, el deportista residente en Vigo analiza la actuación de Barcelona con sabor agridulce porque "fue el punto negro en mi carrera deportiva". A la cita española llegaba "en el sexto puesto del ránking mundial y unos meses antes fui quinto en una Copa del Mundo. Todo el mundo me decía: Leopoldo, tú en casa, puedes sacar una medalla". Todo un clima de presión que se añadió a la atención mediática y al movimiento del día a día. "Además, yo siempre rendí mejor lejos, cuando me sentía más tranquilo e iba más a mi aire", reconoce Centeno.

Un exceso de presión en casa 
Porque no todo fueron sonrisas en la cita barcelonesa. "En los deportes minoritarios teníamos cierta responsabilidad de que se nos viera. Para nosotros, 1992 fue un año de estrés brutal. Las ansias por los resultados fue exagerada y en algunos deportes se pagó, en exceso", matiza. Con el paso de los años analiza y se da cuenta de que la presión ganó la partida y "nosotros no supimos canalizar el estrés y la federación tampoco tuvo capacidad para rebajar esa tensión. Hubo muchos errores y en el momento de competir, lo lógico era dar un plus y nosotros ofrecimos bastante menos. Para mi nivel, fue una competición desastrosa", expresa el exdeportista. 
Después llegó la retirada porque "tenía otras inquietudes y era el momento de decidir si seguía en el deporte para siempre o lo dejaba". Leopoldo Centeno optó por abandonar su vida anterior, finalizar sus estudios y realizar otros como música. Hace veinte años volvió a Galicia y ahora reside en Vigo, donde mantiene "el deporte como ejercicio, para llevar una vida sana". Eso sí, cuando regresan los Juegos Olímpicos, se sienta ante el televisor y observa con cierto cariño. "Pasa como con los hijos. Cuando ves una foto en la que tenían tres años y dices: ¿por qué no los disfruté más? Esto es igual,  me da cierta rabia el no poder haberlo exprimido. Pero me gusta mucho verlos".n

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