“No esperaba ningún gesto porque ya pasó lo mismo con otras personas importantes que se fueron del club”, señala el exjugador del Coruxo, ahora en el Compostela
Después de diez temporadas, las cinco últimas como capitán, y 301 partidos con la camiseta del Coruxo, Antón de Vicente regresó ayer a O Vao como visitante. Igual que el club vigués no le brindó ninguna despedida cuando se fue, tampoco en esta ocasión tuvo ningún gesto. Como si fuera un rival más. “Sabía que no iba a pasar nada. Mi salida tuvo cierta polémica y nunca hubo un cara a cara con la persona que toma las decisiones en el club", reconoce el jugador del Compostela, en alusión a Gustavo Falque, presidente de la entidad verde.
“Está claro que he hecho cosas mal. Pero la sensación de entrar a tu casa 10 años y que todo el mundo te salude con cariño gusta a cualquiera y de ciertas personas no llegó”, añade. “Cuando ves que durante años pasó lo mismo con muchas personas que fueron importantes en el club, no esperas otra cosa”, resume.
Pese a esa espina clavada, el vigués vivió con ilusión su regreso. También porque, con el cambio de técnico en el conjunto santiagués, aún no había competido de inicio. “Qué mejor escenario para volver a ser titular que el campo en el que jugué 10 temporadas”, reflexiona De Vicente, aún con la emoción en su cuerpo. “Fue raro. Distinto a lo que esperaba. Más que con nervios, tenía inquietud. Por volver a casa, por ver cómo me iban a recibir, por enfrentarme a mis compañeros", explicó, al tiempo que reconocía que “muchos recuerdos” atravesaron su mente, sobre todo de unos “últimos años muy intensos a nivel emocional”.
Con todos esos sentimientos, amplificados por el cariño de excompañeros y aficionados, De Vicente se fue con el corazón lleno. “Entré a O Vao sin ningún rencor, solo me vinieron recuerdos positivos”, incidió. “Siempre le voy a tener un cariño especial al Coruxo”, concluyó el excapitán de los 301 partidos con la camiseta verde.
