Tercera salida, tercera derrota del Celta

Athletic - Celta

El Celta sigue sin puntuar fuera de casa: cayó ante el Athletic (3-1) en un partido en el que estuvo mejor en el primer tiempo pero fue demasiado frágil

Publicado: 23 sep 2024 - 06:10 Actualizado: 23 sep 2024 - 10:09

El céltico Bamba trata de controlar el balón en pugna con Vivian ayer en San Mamés.
El céltico Bamba trata de controlar el balón en pugna con Vivian ayer en San Mamés.

La tiranía de los resultados de después dice que este Celta pierde cuando se aleja de Balaídos porque encaja demasiados goles. La democracia de durante habla de una gran primera parte en San Mamés y de merecimientos no concretados. El análisis deberá llevar una mezcla de los dos sabores, sin olvidar el bueno sólo por desterrar el malo.

El Celta logra algo trascendente. Un estado mental casi dionisiaco. Una sensación de espectáculo, de entretenimiento -en la acepción más sencilla, tal vez trivial, pero relajante, de la palabra-. Quien sigue sus partidos disfruta y, sin darse cuenta, enlaza minutos sin tener en cuenta cómo va el marcador. No es que se olvide, porque el resultado es un pepito grillo insistente. Pero queda acallado. Quizás ése sea el camino para que te sonría, el no hacerle demasiado caso.

Lo único que estropeó la primera mitad del Celta ayer en San Mamés fue el marcador. Y ni tan siquiera éste bastaba para afear lo hecho por el equipo en el campo bilbaino. Y eso que el comienzo amenazaba con desalentar, porque lo primero que sucedió fue la lesión de Óscar Mingueza tratanto de tapar una arrancada de Iñaki Williams y lo segundo otro desmarque del mayor de los hermanos para que su centro acabase, tras algún rebote, en un remate en escorzo de Guruzeta y en gol. Apenas tres minutos y Marcos Alonso sobre el campo para ocupar el carril izquierdo.

Se olvidó el Celta del marcador e hizo que el resto se olvidase. Asumió el balón y, con él, el control del juego y de los sentimientos. El fútbol era armonioso: por segundos, primoroso. Sin finalización, se dirá con razón. Pero hay veces que no es necesario para el disfrute. Jailson iniciaba una partitura con la que se hizo de manera muy rápida Marcos Alonso. En el centro del campo, el liviano dúo Sotelo-Damián encontraba combinaciones con Hugo Álvarez. Bamba, de nuevo titular, se ofrecía por doquier para dar salida. Y sobre todos sobrevolaba, excelso, Iago Aspas y su reino del primer toque. Lo más feo de ese periodo fue, paradójicamente, el gol del empate. Un penalti escaso provocado por un buen pase del costamarfileño a un gran desmarque del moañés, que lo trasnformó.

El gol refrendó, pero también provocó un ligero cambio. El marcador reclamó su cuota de atención y el Athletic se cansó de sentirse dominado. Seguía siendo el Celta el que tenía el control del ritmo, pero el juego ya no se desarrollaba sólo en la mitad de campo local. Y eso le fue suficiente al conjunto bilbaíno para retocar el resultado. Se juntaron la calidad en el centro de Berenguer y en el remate de Guruceta para castigar al bloque celeste cuando defendía su área sin aparente peligro. Faltaba poco para el descanso y los méritos celestes eran obviados, pero disfrutados.

El descanso le sirvió al Athletic para entender mejor cómo jugarle a este Celta, que non renunció a la posesión y a mandar pero sin tanta clarividencia en las combinaciones. Con Aspas más vigilado, la tenencia del balón no generaba vértigo y el trabajo defensivo de los bilbainos ganaba puntos sobre el ánimo ofensivo visitante. Una acción terminada por Bamba demasiado escorado fue la única ocasión celeste en un tramo menos alegre.

El recurso del banquillo

Era el momento de que cambiasen el partido los cambios, un recurso que el Celta suele utilizar. Claudio Giráldez, técnico celeste, tuvo que sacrificar algo de pie para intentar dotar al grupo de la energía que proponía San Mamés. Se fueron Jailson y Sotelo para dejar su espacio a Carlos Domínguez y Moriba. No tocó el ataque, pero sí lo hizo apenas cinco minutos después para sacar a dos de los célticos menos afortunados ayer -Douvikas y Hugo Álvarez- e intentar la igualada con la pólvora de Swedberg y la presencia de Borja Iglesias.

Faltaba cerca de media hora pero los caminos daban la sensación de estar quemados. Rematar era un lujo y, entre los tres palos, casi un imposible. En esa pelea por reencontrar el juego con la nueva energía se encontraban los célticos cuando el partido se murió. Más bien, lo mató a base de zancadas Iñaki Williams, en una escapada por banda que fue demasiado veloz para Carlos Domínguez. Su centro lo cabeceó a gol el recién incorporado Djaló.

Hubo más minutos pero ya no hubo más partido, pese a que el Celta probó varios centros sin remate, para desesperación de Borja Iglesias. Cuando el partido se acaba, empieza la tiranía del marcador. Esa que dice que fuera de casa a este equipo le cuesta más y encaja demasiado. Pero hay que tener en cuenta siempre el cómo.

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