Balaídos no tiene nada que reprocharse. Pese a haber sufrido ayer la cuarta derrota consecutiva, del estadio registró la mejor entrada de la temporada, por apenas unas decenas de aficionados más que en el duelo ante el Real Madrid. Claro que el Barcelona es un gran reclamo, pero también es obvio el esfuerzo del celtismo por vestir el centenario con un éxito de público, aunque no acompañen los resultados.
Los golpes recibidos no acaban con el ánimo. Lo enervan, por supuesto, pero con criterio y siempre concediendo la presunción de inocencia al equipo. Más cuando enfrente está el grande que peor se adapta a la humedad del Lagares. Si ante el Real Madrid en la tercera jornada, allá por el soleado agosto, se registraron 23.057 personas en las gradas, ayer, en el soleado febrero, la cifra se elevó hasta las 23.096. Apenas 39 seguidores más.
Era un día especial, el de la previa de las elecciones autonómicas. Los candidatos de las tres fuerzas políticas más representativas -PP, BNG y PSdeG- eligieron pasar un par de horas de la jornada de reflexión viendo al Celta. Sin pedir el voto, por mandato, pero dejándose ver. Alfonso Rueda, presidente de la Xunta, estuvo ejerciendo en el palco, mientras que José Ramón Besteiro se situaba cuatro filas por detrás. Sin embargo, Ana Pontón prefirió moverse en la previa por los bares de la zona y seguir en partido desde la grada, en concreto desde la de Tribuna. Parte del celtismo vistió también el día de banderas gallegas y coreó el himno de Galicia.
Pero nada sirvió para combatir al cruel destino. Balaídos volvió a caer. Sin justicia, pero el cuerpo siente igual el golpe.
