El Celta B logra su primera victoria en casa y sale del descenso

Miguel Rodríguez fue el autor del tercer gol celeste ayer en Balaídos.
photo_camera Miguel Rodríguez fue el autor del tercer gol celeste ayer en Balaídos.
El filial batió a un rival roto como el Rayo Majadahonda

No fue la mejor de las victorias. Pero fue. El Celta B logró su primer triunfo en casa siendo, como otras veces, mejor que el rival, en este caso un deprimido Rayo Majadahonda, y anotando más goles y en momento claves. Los puestos de descenso quedan atrás. A crecer. 

La cuestión es atreverse. En este fútbol de silencio de grada, los gritos constantes entre jugadores asustan más que ayudan a los integrantes del filial, cansados de hacer y no alcanzar. El instinto te lleva, en tales momentos, a refugiarte en lo sencillo, a no salir del raíl, a cumplir a rajatabla lo solicitado sin arriesgar. A no atreverse.

Claudio Giráldez sí se atreve en las decisiones. Si en el primer equipo gustan Tincho, Carlos Domínguez, Hugo Álvarez, Pablo Durán y Miguel Rodríguez, todos al once inicial. Pero con sentido. Protegiendo las dudas de crecimiento del lateral como carrilero, disponiéndose con tres centrales. Y empujando. Empujando en lo posicional desde el mismo pitido inicial. Insistiendo en que se quiere el balón. Fingiendo que no quema, torrado como está por los resultados.

Al Rayo Majadahonda no le disgustó la cuestión. Cierto que tardó diez minutos en ajustarse y que, en ese tiempo, pasó cierto agobio, sobre todo en la salida de balón. Pero sin que Lucho, su portero, sufriese. Porque al filial le da vértigo asomarse al balcón del área rival. Lo corteja pero con un discurso demasiado lento. Pasando por muchas paradas en el toque, cuando el ataque pedía circulación rápida o pase largo para hallar a los carrileros. Lo entendió Carrique por la diestra. A Tincho le costó la izquierda.

El rival tenía cara de agazapado. Se empezó a mostrar en las jugadas a balón parado ante un filial poco expeditivo (redundancia) y buscó las largas e inexpertas piernas de Rahim, que ganaban atrás los duelos de velocidad con Miguel y hacían sufrir a la espalda de Carrique arriba, por su banda zurda. Nada espectacular porque el bloque madrileño tampoco está para fiestas de confianza. Los gritos de su capitán, Casado, en forma de broncas lo denotaban. Así como al soledad del veterano ilustre David en punta, en un campo que pisó con aquel Celta de Segunda que ascendió.

Sin la osadía precisa, al filial le quedaba recurrir a otra cosa. Lo intentó en un saque de esquina, cuyo rechace fue cazado al borde del área por Hugo Sotelo. El canterano recortó y golpeó de diestra para estrellar el balón en un palo. Pero la cuestión es que el gol llegó de forma rocambolesca en un fútbol tan medido como el actual. Con el equipo local en campo propio, Christian Joel, su portero, pateó en largo un balón centrado entre la defensa rival y su portero. La una no llegó y el otro no salió. Lo que permitió a Pablo Durán explotar su capacidad para el juego con espacios y batir al remolón guardameta. Era el minuto 39 y lo inesperado rompió el marcador. Para los Baláidoscentristas, un gol que nunca se podría haber dado en Barreiro.

Tras el descanso, tocaba saber si el Rayo Majadahonda variaría la apuesta. Porque al Celta B el marcador le daba la razón del todo y el juego, en parte. Pero no hubo nada sorprendente. El miedo no es libre, es cárcel. Claro que el fútbol tiene vida propia a balón parado. Por eso, en cuestión de tres minutos, el conjunto madrileño empató -falta lateral, rechaces y tanto de Ofeli- y el local volvió a tomar ventaja -córner en corto, centro de Sotelo, cabezazo de Javi Domínguez y remache sobre la línea de Carlos Domínguez-. Poco había cambiado, salvo el marcador. En un duelo de fragilidades, quien sólo se estalla sin quebrarse gana. Y al Majadahonda lo quebró el segundo tanto local. Un equipo sin confianza desconfía de todo, especialmente de sí mismo. Las pérdidas son sólo un síntoma de descomposición. Desperdició varias el filial pero se agarró a la verticalidad de Hugo Álvarez. Un futbolista de desequilibrio, de los que no abundan. Y que además trabaja. De él nació el tercer tanto celeste apenas cinco minutos después del segundo. Miguel Rodríguez empujó sobre la línea.

Llegaron los cambios. El Majadahonda para no dejarse morir. El Celta B para no dejarse asustar. Faltaba media hora de fútbol y, visto lo visto, no hay que desconcentrarse ni uno. La primera victoria de la temporada en casa era un manjar deseado. San Bartolomé, Losada y Lautaro salieron para mantener la tensión, sin variar la disposición. Mucho más se revolucionó, lógicamente, el Majdahonda, con mucha más presencia numérica en área celeste, en busca de saques de esquina o incluso de banda que generasen cosas cerca del portero local. Había que contrarrestar ese paso adelante aprovechando espacios atrás. Pues ni una cosa ni otra. Casi mejor.

Celta B:
Christian Joel; Carrique, Javi Domínguez, Carlos Domínguez, Medrano, Tincho (Yoel Lago, m.86); Martín Calderón, Hugo Sotelo (San Bartolomé, m.67); Miguel Rodríguez (Lautaro, m.72), Pablo Durán (Iker Losada, m.67), Hugo Álvarez (Raúl Blanco, m.86).

Rayo Majadahonda:
Lucho; Aldalur, Felix Ofoli, Casado, Rahim; Néstor (Jeisson, m.73), Salama (Nando, m.64), Llamas, Alayeto (Konaté, m.64); Mario (Josu, m.73), David. 

Goles:
1-0, m.39: Pablo Durán; 1.1, m.55: Ofeli; 2-1, m.58: Carlos Domínguez; 3-1, m.62: Miguel Rodríguez.

Árbitro:
Francisco García Riesgo. Amonestó al local Carrique y a los visitantes Mario, Rahim, Aldalur y Josu.

Incidencias:
Balaídos, con unas 200 personas en las gradas de Tribuna.

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