El primer bofetón para el Celta de Claudio

Iago Aspas se lamenta durante el partido de anoche en el Benito Villamarín, que supuso la primera derrota de Claudio Giráldez con el primer equipo.
photo_camera Iago Aspas se lamenta durante el partido de anoche en el Benito Villamarín, que supuso la primera derrota de Claudio Giráldez con el primer equipo.
El equipo vigués perdió ayer ante el Betis (2-1) tras una buena primera parte cuyo nivel no pudo mantener en la segunda; si el Cádiz gana hoy al Barça se esfumará el margen con el descenso

Derrota. No se puede decir que inmerecida porque el Celta, que controló la primera parte, perdió el cara a cara en la segunda hasta que recibió el segundo tanto. Hubo opción del empate. Hay obligación de aprender rápido. Porque una victoria hoy del Cádiz devolvería el miedo al cuerpo. 

Lo peor del actual Celta es la herencia. Una de esas a las que prefieres renunciar porque no suponen ganancia alguna. Un pasado que te hace salir por detrás de la gran mayoría de los rivales y que no te permite equivocarte sin consecuencias. Los dos parones ligueros crearon una ensoñación, una especie de paréntesis de tranquilidad ganado en Sevilla y, parcialmente, en Balaídos contra el Rayo. Pero el complicado hábitat clasificatorio no había cambiado, pese a que el pesimismo había perdido galones frente al optimismo.

 

 

Esa sensación volvió a aflorar en el Celta en la primera mitad. Claudio Giráldez, técnico celeste, había retocado su apuesta pensando en el Betis y sus ideas se fueron plasmando. El recurso de pasar a 4-4-2 en fase defensiva impidió al conjunto sevillano disfrutar del balón. Porque ése era el duelo principal en el encuentro de ayer: el de conseguir disfrutar con la posesión. Lo intentaron los locales de salida, impulsados por los casi 50.000 aficionados presentes y por la necesidad de romper la pésima dinámica de sus cuatro derrotas seguidas. Pero el tiempo fue dando la razón al conjunto vigués, que terminó por hacerse con el esférico y, a través de él, con el partido. 

 

 

No sucedían demasiadas cosas cerca de las porterías, pero lo que pasaba en el resto del campo era positivo para el Celta. Larsen asustó con un zurdazo escorado que hizo intervenir a Rui Silva para evitar males mayores; y Pezzella encontró un cabezazo franco en un saque de esquina pero no le dio la dirección correcta hacia la portería de Guaita.

La apuesta céltica parecía funcionar: Jailson perdía la inexactitud inicial para pasar a ejercer de libre con suficiencia; Mingueza -que ayer ejerció de carrilero/centrocampista- aparecía de forma sutil; Hugo Sotelo agradecía el respaldo de Beltrán para empezar a dibujar combinaciones; y Bamba y Hugo Álvarez se encontraban de forma asidua por la izquierda. Falló el último pase y el último remate, tal vez porque los menos acertados en esos primeros 45 minutos eran Iago Aspas y Jorgen Strand Larsen.

Fran Beltrán trata de frenar al bético Isco en presencia de Jorgen Strand Larsen anoche en el Villamarín.
Fran Beltrán trata de frenar al bético Isco en presencia de Jorgen Strand Larsen anoche en el Villamarín.

Una lástima no haber estado afilados en esos momentos. Porque un gol habría dado sentido a todo y habría incidido en las dudas de un Betis que no encontraba la manera de circular el balón. La mejor muestra era que Isco bajaba muy atrás para intentar dar sentido al juego y encontrar esos caminos negados por el buen planteamiento defensivo del Celta.

Claudio Giráldez había ganado la partida táctica hasta el parón. En el banquillo colindante vive todo un veterano como Manuel Pellegrini, quien supo que tenía que cambiar el duelo. Lo hizo retocando su equipo, con Bakambu en lugar de un Willian José inoperante en punta y recuperando la magia de Fekir para hacer daño en la mitad del campo celeste. Porque así, Isco tenía una pareja de baile de su estilo. Fue un movimiento valiente en origen que encontró el respaldo de la actitud de sus futbolistas tras reanudarse el juego.

El balón volvió a los pies sevillanos y con mucha más verticalidad. Y todo encontró el mejor respaldo posible: el gol. El autor fue Miranda, lateral izquierdo, y el asistente Bellerín, lateral derecho -que ya había sido el mayor peligro de los locales en la primera mitad-. La decisión desde el banquillo de combatir apostando por atacar mejor y no por defender mejor surtió efecto de forma más que señalada.

Apenas habían pasado 7 minutos de la segunda mitad y el decorado había cambiado a casi todos los niveles. Porque el reparto del balón era ahora mucho más equitativo y el Celta comenzó a no disfrutar un ápice. No se vino abajo el equipo, pero sí se desinfló parcialmente. No suele dudar Claudio Giráldez en tales situaciones y respondió rápido: Carles Pérez, primero, y Damián Rodríguez y Tadeo Allende, salieron desde el banquillo en busca de nuevas ansias. No las hallaron.

El marcador daba opción a todo, pero el juego céltico era rácano. Y las ocasiones, locales. Los siguientes elegidos eran Cervi y Unai Núñez, por los problemas físicos de Carlos Domínguez. Pero el Betis ya tenía más huecos e Isco y Fekir los aprovecharon para anotar el segundo gol.

El marcador parecía pitar el final del partido porque sólo faltaban 8 minutos. Así se lo creyó el Betis, que empezó a permitir más ocasiones en área propia que en todo lo anterior. Aspas comenzó a repartir pases y Allende a pisar área rival. Hubo ocasión de marcar antes pero el tanto llegó justo en el 90. Larsen dio esperanza para el descuento de 6 minutos. Carles Pérez tuvo una ocasión, pero no evitó la derrota, la primera de Giráldez en el banquillo. Si el Cádiz gana hoy al Barça, el margen con el descenso será sólo el gol-average general.

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