La estatua de Mostovoi que nunca fue

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photo_camera Mostovoi, con la camiseta del Celta.

Antes de nacer la estrella de Iago Aspas, Mostovoi era el mayor mito del celtismo. Y aún hoy hay quien lo discute habiendo en el cielo espacio para dos constelaciones. El Zar cumple este domingo 53 años (un día antes de que el Celta celebre 98). Pasó ocho temporadas como local en Balaídos y continuar con más presentaciones podría ser considerado incluso una ofensa, al menos en Vigo. De lo que sí hay que hablar, en fecha tan señalada, es de una de las injusticias que cometió el club y la ciudad con el futbolista ruso (y de carácter soviético): la estatua que se ganó en el campo, que se proyectó fuera, pero que nunca se levantó. Hace justo 20 años, también por el día de su aniversario, llegó a elegir el molde para su busto. Pero lo planificado se quedó en barro.

Tras la final fallida de Copa del Rey en Sevilla en 2001, ante el Zaragoza, la idea primitiva emanó de la peña celtista La Gramola. Ese pequeño reducto de socios decidió hacer una campaña de crowdfunding para esculpir el cuerpo de Mostovoi (aunque entonces ese concepto se conocía como suscripción popular o donación). Hacían falta unos cuatro millones de pesetas. El ruso, cuando se enteró de la iniciativa, se mostró feliz. Siempre parco en palabras, en esa ocasión se esforzó: "Sigo jugando al fútbol, quizás por ello todavía no comprendo la verdadera importancia del hecho. Cuando me retire siempre tendré una estatua en esta ciudad, y eso para un futbolista es lo mejor que hay". "Estoy contento porque hay muy pocos jugadores en el mundo que tengan una estatua", añadió en la presentación oficial del equipo ante la afición en BalaídosSin embargo, la felicidad es un estado efímero.

El monumento iba a ser esculpido por Maxín Picallo, en el taller que el escultor gallego tenía en Goián. Hasta allí se desplazó el ruso para elegir entre dos modelos y quedarse con su "favorito". Aunque, conociéndolo, sería el menos feo ("si hubiera cinco o seis modelos, elegiría otro"). A partir de ahí, el trato era el siguiente: él tendría que acudir durante quince días al estudio para posar delante de Picallo. Debía... Se desconoce lo que ocurrió a ciencia cierta, pero dos décadas después la figura del Zar sólo está en la cabeza de los aficionados, el mismo baúl donde también se guardan sus jugadas mágicas.

Pasó el tiempo y jamás se volvió a hablar del tema tabú. Fue el propio rompehielos de Mostovoi el que se manifestó sobre el asunto en una entrevista para el medio Sputnik News. Era 2016: "Cuando tú estás jugando bien, de puta madre, todo el mundo te quiere. Eso fue en 2001, pero en 2003, cuando empezaron los problemas, la gente ya se olvidó". Esa fue su explicación hace cinco años, algo desencantado: "A mí me daba igual. No es un tema que me afecte. Si la ponen, bien. Si no, también".

Mostovoi se marchó del Celta por la bodega, la puerta de la puerta de atrás. Por diferencias económicas con el club, entonces presidido por Horacio Gómez. Un hecho que afectó a su relación con la ciudad (en más de 15 años apenas la ha pisado), no así con el celtismo. Tras ocho bonitos años en Vigo, se retiró tras vestir durante 12 minutos la camiseta blanquiazul del Alavés, donde apenas estuvo un mes. Tenía 36 años, ahora son 53. Y esa estatua debería estar colocada en Vigo desde hace 20.

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