Éxtasis en Balaídos: el Celta sale del pozo

Williot, celebrando el gol que dio la victoria al Celta, la tercera de la temporada, ante 21.000 espectadores en Balaídos, segunda mejor entrada.
photo_camera Williot, celebrando el gol que dio la victoria al Celta, la tercera de la temporada, ante 21.000 espectadores en Balaídos, segunda mejor entrada.
Remontada ante el Betis (2-1), la primera en tres años, para acabar la primera vuelta fuera del descenso. El sueco Williot dio de nuevo la victoria, esta vez en el tiempo de descuento

Carrera por la pradera de Swedberg en el minuto 95. Y gol. Que dio una victoria que sirve para cerrar la primera vuelta fuera de descenso. Viniendo de donde se viene es mucho. Un inicio.

La mejor muestra de que el equipo no acaba de funcionar es que su entrenador, Rafa Benítez, no para de buscar la manera de que lo haga. Al técnico celeste se le puede acusar de muchas cosas, pero no de inmovilista en cuanto a nombres. Ayer, volvió a sorprender en el once inicial, apostando por Mingueza de lateral y el doble pivote Tapia-Beltrán -otrora descartado por ser de un perfil similar ambos futbolistas- y sacando del fondo del banquillo a un futbolista como Carles Pérez. Un jugador que apuntaba a ser diferencial y que en la primera vuelta no ha estado. Un jugador cuya fortaleza es esa verticalidad sobre la que dibuja todo su fútbol este Celta. Un jugador, por lo tanto, que debería ser definitorio, sino definitivo.

Retoques para hallar la fórmula. No la mágica, sino la funcional. La que te permita sumar puntos. Y con salvedades tácticas como descifrar por dónde debe moverse un Cervi que juega más de interior que de futbolista de banda. Un castillo reconstruido que amenazó ruina demasiado deprisa, porque a los cinco minutos el marcador le ponía peros a la vuelta de tuerca. Una buena circulación de balón bética acabó encontrando en la banda derecha a Ruibal, quien salvó la ayuda, precisamente, de Cervi, para tirar una pared con la calidad de Isco y romper hacia dentro del área para batir a Guaita.

 

 

Tiene el Celta un cierto deje primario. Un instinto de supervivencia que ni tan siquiera controla. Una rabia quieta que le permite rebelarse sin rebelión ante el destino. Porque el partido estaba para hundirse en la tristeza y el equipo vigués no lo hizo. Nada que se asemeje al virtuosismo. Tiene más que ver con lo irracional de mantenerse de pie por inercia natural.

El fútbol premió ese amago de vida. En un saque de esquina sacado en corto, Iago devolvió el balón al área para encontrar a Larsen en el primer palo. El excéltico Borja Iglesias tenía ventaja para despejar, pero se confió y acabó golpeando el pie del delantero noruego. Un penalti caído del cielo para permitir al Celta empatar el partido, aunque antes el moañés tenía que romper su mal fario con las penas máximas esta temporada. Lo hizo y el equipo vigués volvió a la vida.

Que no es una fiesta, claro está. Se parece mucho más al sufrimiento. Un fútbol ejemplificado en la entrega y las ganas de hacer las cosas bien de Franco Cervi, con ese empuje sin toque; con destino pero sin camino. Un fútbol ejemplificado en las carreras de Carles Pérez por la otra banda, unas cuantas arrancadas con mucha mejor pinta en la salida que en el final. Nada claro. Pero cuando no hay idea, hay intención. El control de partido era celeste, porque el Betis no llegaba. Pero los locales tampoco lo hacían con claridad. De ahí que al descanso se llegase sin más novedades.

 

 

El Betis, al que esta temporada la falta alma, se ajustó mejor al partido tras el parón. Tampoco nada espeluznante pero con la calidad de Isco sobrevolando el área de cualquier rival, siempre existe peligro. Más cuanto desde el banquillo, Manuel Pellegrini, decidió renovar su ataque en busca de la pólvora que no tiene esta temporada con Willian José y Luiz Henrique. Por falta de nombres, que no fuese.

El encuentro cambió de dominador y el Celta se tuvo que centrar en defender. Llegó entonces la lesión de Cervi en una contra y Benítez decidió que había que ir a ganar el partido. Con Bamba con Costa de Marfil, apostó por el imberbe Williot Swedberg, que hasta la fecha para el madrileño era un segundo delantero. Por una vez, el mensaje no era reforzarse, sino estirarse. Incluso cuando Fran Beltrán dejó su sitio a Luca de la Torre unos minutos depués.

Esa intención sirvió para reequilibrar fuerzas y para que Aspas y Larsen comenzasen a aparecer en campo contrario. En un saque de esquina, el vídeo arbitraje estuvo a punto de ganar crédito en Vigo en una acción que acabó en gol de Larsen y que parecía claro fuera de juego. Pero acabó siendo anulado por una falta de Aspas a Pezzella. 

Esa acción elevó el descuento a los diez minutos. Y sin apariencia de capacidad de llegar al área de un Celta que ya había tirado de Douvikas y el canterano Hugo Álvarez. Pero fue este último el que tuvo los arrestos de enviar al balón hacia delante, donde Swedberg corrió la pradera, evitó al meta rival y marcó. Un gol que da tres puntos y permite al Celta salir de descenso. Un gol que puede ser un inicio.

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