El Celta, rumbo hacia el abismo

El primer gol, de nuevo a los pocos minutos, con el central mal colocado y el portero Iván Villar muy lento en su estirada.
photo_camera El primer gol, de nuevo a los pocos minutos, con el central mal colocado y el portero Iván Villar muy lento en su estirada.
Nueva derrota con gol al inicio (2-1) en Bilbao. El descenso, a 4 puntos y la salvación se complica

El Celta llega a las dos últimas semanas de la temporada de los nervios y con la permanencia cuestionada. Porque en Bilbao volvió a golpearse en su propio rostro y el equipo no está para aguantar golpes. Perdió en San Mamés tras otro tanto encajado al poco de iniciar y tras volver a tirar a la basura el esfuerzo de empatar en otro regalo defensivo. Ya nadie se fía de sí mismo en el conjunto vigués, que ha aplazado tanto tomar las riendas de la resolución de la temporada que ésta amenaza con castigarle. Esperar que los demás equipos te salven por su incompetencia no oculta la tuya propia, sino que la resalta.

La rutina daña cuando se convierte en un deseo insatisfecho reiterado hasta el hartazgo. El Celta reconstruye su confianza jornada tras jornada, cada vez con menos piezas, cada vez con las esquinas más mordidas y alguna grieta que llega hasta el corazón amenazando derrumbe. Y todo el tiempo que se pasan reuniendo pedazos para convertirlos en algo que se asemeje a una coraza se convierte en perdido cuando encaja un gol nada más empezar cada encuentro. Sucedió en los tres anteriores y volvió a pasar ayer en San Mamés, un recinto más aparente que exigente en los últimos tiempos pero con sabiduría más que suficiente como para remar a favor de corriente.

Los ha habido casi de todas las maneras. El pecado original de ayer fue un buen centro de De Marcos desde la banda derecha y un desmarque y cabezazo de libro de Iñaki Williams, adelantándose en su movimiento -perfecto, de libro- a Joseph Aidoo, hasta ahora la roca más firme de la costa celeste. Era el minuto 4 y al equipo vigués se le caía, una vez más, el alma a los pies. Y está recibiendo golpe tras golpe en los últimos tiempos.

Se tambaleó el equipo vigués, que perdía más balones de los que cuidaba. Los pases cortos eran kilométricos en las cabezas de los celestes. Por la derecha se querían encontrar las carreras de Carles Pérez. Por la izquierda no se sabía qué se quería. Por momentos, el único que se atrevía a intentar desequilibrar era Javi Galán desde el lateral. Demasiado poco. Lo bueno es que el Athletic tampoco está sobrado y no aprovechó el momento para matar, permitiendo que el Celta se fuese olvidando de lo malo de su situación mientras escuchaba subir los latidos del corazón. Pese a tener que asumir la lesión de Fran Beltrán justo el día en que Renato Tapia no estaba entre los presentes por sanción, obligando a que Óscar Rodríguez, la sorpresa del once, ejerciese de pivote.

El primer amago de alegría lo dio Gabri Veiga a la media hora. Por su disparo desde el borde del área, que hizo lucirse a Unai Simón, pero sobre todo porque, semanas después, arrancó. A partir del canterano, la sensaciones visitantes fueron mejorando. Y las mantuvo en ese sentido positivo Iván Villar con una gran mano en un cabezazo de Yuri en un saque de esquina.

A Carlos Carvalhal le gusta mover a su equipo en busca de soluciones. Mingueza reapareció y Miguel Rodríguez tuvo su oportunidad para suplir a un Cervi desaparecido. Lo agradeció enseguida el equipo con un buen robo en campo rival que permitió a Luca de la Torre encarar el área y abrir juego hacia la izquierda, donde el atacante del filial puso un centro suave hacia la cabeza goleadora de de Larsen.

Volvía a parecer que la coraza celeste se reconstruía, esa autoestima esquelética volvía a comer. Un sorbo de salud que permitió a los célticos disfrutar, incluso, de una ocasión y de sentirse superior a su rival por primera vez en el partido. Pero la enfermedad está metida en los huesos. Berenguer recibió en una jugada de vuelta en una esquina del área de espalda y la defensa celeste, con Mingueza de actor principal, le permitió buscar ángulo, girarse y montar la pierna para el disparo. Una alfombra roja que el atacante local no desperdició.

Fue un golpe con la mano abierta. Y con la propia mano. Un gesto suicida. Un favor al demonio que tiene dentro el equipo vigués, ese que le convierte cada partido en un desagradable trámite, en una desesperación. Apenas cuatro minutos de falsa felicidad se permitió el equipo, que sufre más que vive.

Por quedar, quedaba un mundo. Pero el cerebro estaba recalentado y los nervios de punta. No hay peores reproches que los que tú mismo te haces. Y son los que más difícil se superan. Carvalhal fue variando la punta de ataque: primero, Seferovic por Larsen; después, Paciencia junto al suizo. Trató, también, de afilar al equipo con tres centrales y metiendo a Mingueza en el centro del campo. La idea era generar un ecosistema para que surgiesen las ideas. Terminó siendo un erial y estuvo más cerca el tercero del Athletic que el empate del Celta.

Athletic Club:
Unai Simón; De Marcos, Vivian, Paredes, Yuri; Dani García (Zarraga, m.82), Sancet; Nico Williams (Herrera, m.59; Vesga, m.74), Muniain (Adu Ares, m.82), Berenguer; e Iñaki Williams (Raúl García, m.82).

Celta:
Iván Villar; Kevin Vázquez (Óscar Mingueza, m.46), Joseph Aidoo, Unai Núñez, Javi Galán; Gabri Veiga (Gonçalo Paciencia, m.77), Fran Beltrán (Luca de la Torre, m.23), Óscar Rodríguez; Carles Pérez,  Jorgen Strand Larsen (Haris Seferovic, m.61), Franco Cervi (Miguel Rodríguez, m.46).

Goles:
1-0, m.5: Iñaki Williams; 1-1, m.52: Strand Larsen; 2-1, m.54: Berenguer.

Árbitro:
Mario Melero López (Comité Andaluz). Mostró tarjeta amarilla a los locales Paredes (m.34), Dani García (m.81) y Raúl García (m.90), y al visitante De la Torre (m.65).

Incidencias:
San Mamés. 40.759 espectadores.

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