Opinión

Marranos y jamones

Me resulta inevitable establecer una  analogía entre las soflamas del boss venezolano en el balcón presidencial con algunos pasajes contenidos en “Rebelión de la granja” de George Orwell, novela que debiera ser de lectura obligatoria en todo sistema de enseñanza (como lo es “Matar a un ruiseñor” en EEUU) y que satiriza sobre los vicios, la corrupción y la manipulación que supuso el abuso de poder en la sociedad comunista de Stalin. Los animales toman conciencia de la injusta apropiación de los frutos de su trabajo por parte del granjero, que es violentamente expulsado para crear un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal controlada por los cerdos y su marrano líder, Napoleón.
Se proponía una revolución que concluyera con la explotación de la clase obrera y acabara con la burguesía, para implantar un sistema perfecto en el que todos los hombres fueran iguales y transmitir que la granja se había enriquecido, aunque el resto de animales no lo habían hecho exceptuando, naturalmente, a los cerdos y los perros. Las bases ideológicas de ese sistema fueron reduciéndose paulatinamente para concluir en un solo punto: “Todos los animales son iguales, pero unos más iguales que otros”.
La doble visión de ese infame balcón y la grotesca imagen de la cupula del ejército venezolano me han vuelto a estremecer. Es digno ver y analizar detenidamente la estética de esa foto en la que la élite militar hacen causa común con “Colacho”, resultando técnicamente imposible saber si se trata de una ristra de jamones magros colgados del techo pasados de curación, o una exposición conjunta de los peores ejemplares de las figuras de cera de los museos del país.
En el “balcón del pueblo” sólo había nueve del pueblo y predominaba el rojo de temporada, ya sea en la modalidad de gorra guayabera o chándal. Todos ellos se retiraron después de que su líder concluyera sus inquietantes mensajes y su firme propósito de no permitir ningún… “¡¡ intervencionismo!!”. Todos ellos sin reconocerse responsables de la patente descomposición y desintegración del, otrora, país más rico de América Latina.
Es ahora cuando surge un hilo de esperanza para que unas auténticas elecciones democráticas inicien el larguísimo y espinoso camino de recuperación pacífica de esta sociedad, hoy sumida en una situación económica propia del tercer mundo que obliga a su población un forzoso y angustiado éxodo masivo. Todo ello, a pesar de que mi pana Presidente se nos venga arriba desde el balcón para hacer más evidentes las similitudes de las diatribas con las que los marranos de Orwell insuflaban al resto de animales:
Maduro: "Estamos en una batalla histórica, que nadie baje la guardia"
Marranos: “ ¡Trabajar noche y día, con cuerpo y alma, para derrocar a la raza humana! Ése es mi mensaje, camaradas: ¡Rebelión!”.
Maduro: "¡Leales siempre, traidores nunca!".
Marranos: “¡Cuatro patas sí, dos pies no!”.

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