Opinión

Cómo Cifuentes llegó a la presidencia

La relación con Albert Rivera es espléndida, Cristina Cifuentes es amiga del presidente de Ciudadanos desde hace años. Pero el número 7 de su lista a la Asamblea madrileña, Álvaro César Ballarín Valcárcel, estuvo a punto de abortar el acuerdo que llevaría a la candidata del PP a la presidencia del gobierno madrileño. Unas negociaciones en las que tanto Cifuentes como Aguado tuvieron manos libres de sus respectivos “jefes” para actuar como consideraran oportuno, sin directrices, aunque una y otro mantuvieron informados a esos “jefes”. Todo un dato sobre el grado de confianza de Rajoy y Rivera en aquellos a los que eligieron para encabezar la lista de Madrid al gobierno regional.
Las exigencias que presentaba Ciudadanos para apoyar la investidura de Cifuentes no suponían un problema. Eran muchas, más de 70, pero la mayoría de ellas ya formaban parte de su programa electoral, y en algunos casos habían provocado incluso algún gesto de contrariedad en el sector más conservador del PP cuando Cifuentes presentó su candidatura: una auditoría sobre el gobierno anterior, código ético de conducta, propuestas para que el partido abriera un debate sobre la conveniencia de elegir candidatos a través de primarias, paralización de las privatizaciones en la gestión de la sanidad pública, reducción del número de asesores, no aforamiento de los cargos electos, listas abiertas, revisión de la continuidad del Consejo Consultivo, lucha implacable contra la corrupción… 

Ballarín, un escollo
Cuando en plenas negociaciones se conoció la noticia de que Ballarín estaba imputado, Cifuentes le telefoneó de inmediato y quedó tranquila: el ya parlamentario electo le explicó que no era cierta la imputación, y que se trataba de un asunto administrativo que se había archivado; y añadió que si era un problema no tenía inconveniente en presentar su dimisión para facilitar el camino de Cifuentes hacia la presidencia del gobierno autonómico. Sin embargo, cuando no acababa de concretarse el archivo y el líder de Ciudadanos en Madrid, Ignacio Aguado, insistió en la dimisión de Ballarín, éste empezó a buscar excusas, con el argumento de que dimitir significaba admitir su culpabilidad y que estaba en juego su honor y credibilidad. La situación se puso tensa y estuvieron a punto de romperse las negociaciones a pesar de la buena sintonía entre Cifuentes y Aguado, y la situación se salvó solo cuando finalmente llegó el anunciado archivo de la causa contra Ballarín. Pero a nadie se le oculta que Cifuentes tomó buena nota de que no le allanó el camino, sino todo lo contrario, cuando necesitó un gesto por su parte que no se produjo.
Nada que ver con la actitud de los entonces consejeros del gobierno de Ignacio González, Lucía Figar en Educación y Salvador Victoria en Presidencia y Portavoz. La imputación de los dos también por contratos que el juez consideraba no conformes con lo que marcan las tramitaciones públicas, aunque ninguno de los dos fue acusado de llevarse un dinero que no les correspondía, también enrareció las negociaciones. 
Cifuentes habló con Cospedal, Cospedal con Esperanza Aguirre como presidente regional del partido y Aguirre con los dos consejeros, que inmediatamente expresaron su decisión de dimitir de sus cargos. Aguirre, con la que nunca tuvo especial sintonía personal Cristina Cifuentes, sin embargo le prestó su apoyo incuestionable durante las negociaciones con Ciudadanos , y las dos protagonizaron el abrazo más largo, incluso el más emotivo, cuando la nueva presidenta de la Asamblea Madrileña anunció que Cifuentes había ganado la votación de investidura.
Esperanza Aguirre, que estaba convencida de que conseguiría ser alcaldesa, y no solo no logró los concejales necesarios sino que vio que Cifuentes conseguía más votos en Madrid capital que ella misma, no ocultó su decepción por el resultado entre otras razones porque se trata de una política incapaz de ocultar o disimular sus sentimientos. No mantuvo una relación especialmente estrecha durante la campaña electoral, incluso algunos miembros del equipo de Cifuentes se quejaban de que Aguirre la “ninguneaba” cuando tenía ocasión; pero una vez que se vio la posibilidad de que la ex delegada del Gobierno pudiera alcanzar un pacto con Ciudadanos, Aguirre apoyó las negociaciones. De una manera muy simple: el silencio. 
Durante dos semanas se mantuvo alejada de cámaras y fotógrafos  porque, conociéndose a sí misma y su inclinación a hacer declaraciones inapropiadas, no quería enrarecer un clima que perjudicara los posibles acuerdos que pudiera alcanzar Cifuentes con Aguado. Y, cuando se le pidió ayuda con el caso Figar-Cifuentes, no dudó en pedirles la dimisión.

el camino abierto
Un gesto de Aguirre positivo para Cifuentes fue que declarara en rueda de prensa que había decidido convocar un congreso extraordinario del PP madrileño en el que no presentaría su candidatura. Es decir, sin decirlo, anunciaba que Cifuentes tenía el camino abierto para convertirse en la presidenta regional del partido. De esa manera echaba abajo las especulaciones de que prolongaría hasta la fecha límite -dentro de año y medio- su mandato en el partido, así como las especulaciones también respecto a que pretendía seguir al frente del PP de Madrid si Cifuentes no conseguía ser elegida presidente del gobierno regional. La declaración de su retirada la hizo Aguirre en plenas negociaciones con Ciudadanos, antes por tanto de que se pudiera asegurar que Cifuentes iba a conseguir el respaldo necesario en la sesión de investidura.
Es ya presidenta del gobierno madrileño y se convierte en la mujer con más poder institucional del PP, aunque hasta hace muy poco apenas era conocida más allá de los límites de la comunidad, donde sin embargo Cifuentes se había hecho un nombre por la energía que demostró como Delegada del Gobierno y, también, por su trato personal, muy cercano, muy a pie de calle. 
Quizá por eso Rajoy apostó por ella aunque le apuntaban otros nombres para la candidatura a la presidencia del gobierno madrileño. Sus posibilidades de ser presidenta eran escasas, pero … en política es difícil hacer pronósticos.

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