Opinión

La tragedia de la boquita pintada

Abundando en esta especie social que abandera ahora el pequeño Nicolás, y contemplando las indignantes tomas de esa hija de la Pantoja a la que han hecho del barro un personaje famoso, apelo al conocimiento popular para saber quién ese tío calvo y con barbas al que se conoce oficiosamente como “mocito feliz” y que siempre asoma la jeta cuando hay famosos de por medio. Al principio solo se manifestaba a las puertas de la Audiencia de Málaga, pero ha progresado mucho y ahora viaja. Subvencionado o no quién lo sabe. Su última aparición, ya digo, tras los lomos como armarios de uno de los guardaespaldas de Chabelita, una menda que no es nadie ni es nada pero que ya tiene gorilas que la protegen, representante con cara de palo y gafas oscuras y secretaria. Nos merecemos el país que estamos viviendo. Nos lo hemos ganado a pulso.
La hija de Isabel Pantoja ya logra generar el mismo pulso mediático que su madre pero en función de razones que nadie conoce sino es un matrimonio frustrado con un vividor que la hizo madre adolescente y con el que ahora se habla en los juzgados. Su señora mamá genera múltiples dudas sobre su comportamiento personal, se lió con un golfo como Julián Muñoz, ha defraudado al fisco y se enfrenta a una multa cuantiosa para no ingresar en la cárcel. Pero en lo suyo tiene talento. Su hija no es más que una mujer niña dentona y carente de alma que aprovecha el momento. El que ofrece una sociedad quebrada, tan inmadura y tan plana que cualquier mangante puede conquistarla. Chabelita es un desventurado ejemplo de valores en huelga de brazos caídos, exigencias trituradas, ética en el santo suelo y una cultura de folletón que ni dignifica ni sirve para otra cosa que para hacer de los desechos de tienta protagonistas de la semana.
Perder la confianza en un pueblo que se regodea contemplando el malsano espectáculo de una boquita pintada de juzgado en juzgado con un hijo como moneda de cambio en compañía de un padrino y dos matones no es nada extraño. Pero puestos a exigir y del mismo modo que queremos saber de dónde salió Nicolás, deseamos que se compruebe quién es y quién le paga al sujeto de las barbas. De Chabelita, más vale no preguntar nada.

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