Opinión

El odioso ejercicio de pedir perdón

Como periodista veterano con una trayectoria en la profesión de la que, en líneas generales y con episodios que no me enorgullecen precisamente, me siento razonablemente satisfecho, conozco de sobra lo humillante y desagradable que resulta para un diario y para su director, tener que pedir perdón a sus lectores por algún error cometido. No muchos asumen sus flaquezas y no es práctica habitual expresar disculpas públicas salvo que el juez le obligue a uno a hacerlo, ejercicio que es todavía más molesto y enojoso que si se lleva a cabo por propia iniciativa. Nunca me gustó escribir en primera persona ni es cosa de buenos periodistas convertirse en protagonistas del hecho noticioso, pero recuerdo que hube de hacer frente a un buen número de episodios judiciales que durante buena parte de mis quehaceres como director de un medio me quitaron el sueño, y me vi abocado a plegarme alguna vez al lúgubre y desventurado derecho de réplica. Un lío en verdad.
Al diario “El Mundo” se la ha metido doblada y hasta donde pone Toledo el padre de la niña enferma que acudió al diario para solicitar ayuda. El sujeto en cuestión consiguió subyugar a los responsables del medio para que apoyaran una campaña de captación de fondos con los que afrontar supuestamente una cirugía revolucionaria y solo posible en los Estados Unidos que salvara a su hija y por cuyo procedimiento consiguió recaudar 150.000 euros. A estas horas se ha demostrado que el padre ha mentido y mucho sobre el auténtico estado de la paciente, exagerando los síntomas de la enfermedad, la gravedad del mal que aqueja a la niña y las posibilidades de una cura milagrosa fuera de nuestras fronteras. En definitiva, un timo que ha dejado al periódico colgado de la brocha y a su director en ridículo.
El diario ha pedido públicamente perdón y eso le honra porque por el momento ningún tribunal le ha solicitado responsabilidades ni le ha pedido que se disculpe y rectifique. Pero es muy probable que el asunto se ponga peludo y la autoridad judicial acabe interviniendo así que, más vale prevenir que curar. Hacer de tripas corazón y reconocer los errores es un principio muy bueno. Es muy sano y muy edificante pero, ya lo sé, cuesta un huevo.
 

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