Opinión

Muerte de "Excalibur"

En este zafarrancho de declaraciones y opiniones no siempre concurrentes emitidas sobre la paciente infectada de ébola que experimenta una ligera pero esperanzadora mejoría en su habitación aislada del hospital Carlos III, las de su marido Javier Limón se han erigido en una suerte de guía impregnada de sensatez y prudencia en un ámbito en el que, por desgracia, no todos se han mostrado responsables y serenos. Limón se sintió comprensiblemente dolidos por los desafortunados juicios de un consejero de Sanidad madrileño que debería haber dimitido por iniciativa propia en lugar pedir perdón y seguir en el puesto, y posteriormente ha adoptado una postura paciente, templada y seria como corresponde a un hombre enfrentado a una causa simplemente tremenda eligiendo ahondar en las conciencias de las sociedades de occidente a las que las miserias del continente africano han llegado siempre con sordina y no han sido atendidas por lejanas hasta que un caso como el que desgraciadamente padece su mujer nos han demostrado que nadie esta a salvo por muy primer mundo que estos sea.
Javier Limón tiene a su mujer aislada y echándole un pulso a la muerte y ha perdido a su perro al que se ha resuelto sacrificar ante el peligro de que se convirtiera en un agente de contagio extremadamente peligros e imposible de detectar. Dolorido por el sacrificio del animal, reconoce sin embargo que ojala la muerte de un niño en África mereciera tanto interés mediático como la de “Excalibur”, palabras que pronunciadas por él tienen doble trascendencia y producen también doble impacto. El sacrificio del perro de Teresa –ella aún desconoce que ha sido sacrificado e incinerado- abrió un debate de una intensidad asombrosa en un país excesivo en todo en el que se ha pasado de liarse a tiros con los perros y perseguirlos a patadas a considerarlos intocables. Como viene siendo norma y ley no escrita entre nosotros, pasamos del cero al infinito sin contar jamás con un término medio aunque las cosas, en otras latitudes de la madre Tierra no tienen que ser obligatoriamente negras o blancas y las hay gris claro y gris oscuro. La muerte del buen perro “Excalibur” era lamentablemente obligada, pero no los son las de tantas y tantas criaturas anónimas que no llegan a la adolescencia en un continente abrasado por el horror y la muerte.

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