Opinión

Lecciones de costumbrismo

Desde muy joven e incluso cuando ni soñaba con dedicarme a este oficio, me he sentido irremediablemente subyugado por la prosa de los escritores  costumbristas, aquellos que hacían arte y esencia de lo cotidiano. La denominación no siempre cuenta con el respeto social, y en muchos casos asoma cierto rechazo  entre el público lector por aquellos autores a los que se tiene por costumbristas porque se les considera de segunda clase, pero a mí me fascinan y me parece muy natural caer rendido ante la aparente zafiedad literaria de don Benito Pérez Galdós que no es tal sino pura verdad y puro sentimiento, como lo es la prosa de don Pío Baroja y su excelente disposición para subyugar sin dejar de meter de vez en cuando gramaticalmente la pata, costumbre por la que ya está de sobra perdonado.
Pocos le han tomado el pulso con más cariño crítico y más compromiso a su ciudad que don Ramón Mesonero Romanos, al que me gustaría ver enfrentado a esa nueva moda que ha convertido las grandes urbes en pistas para patinetes, con el agravante de que estas unidades a la última tecnología son como los antiguos pero con un motor eléctrico incorporado que te endiñan de lleno, te llevan por delante y te rompen una clavícula a poco que te enganchen. Los patinetes han dejado de ser una anécdota en las grandes ciudades del siglo XXI para convertirse en un asunto serio sobre el que no queda más remedio que legislar. Mesonero, además de un cronista impagable de lo que acontecía en su tiempo fue concejal progresista de su ayuntamiento y un ciudadano docto y sabio al que se recurría con cierta frecuencia para que emitiera su opinión sobre los contenciosos urbanos. Lo hizo con prudencia y sentido común, y estoy seguro que también aquí ofrecería una ponderada visión de este problema complejo al que hay que tratar con cierta urgencia porque un día de estos va a ocurrir en cualquier calle una desgracia. Antes de que la historia contabilice la primera víctima del patinete en su dudosa advocación de trasporte ciudadano descontrolado, más valdría tratar de establecer ciertas reglas para controlarlo.
La nuestra es una ciudad tan metida en cuestas que seguramente el patinete no tiene cabida. Eso, mira qué bien, nos lo ahorramos.
 

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