Opinión

Los hermanos Dalton de aquí

Cuando a finales de noviembre de 1974, un escogido número de personalidades de variopinto proceder se reunieron en la basílica de Montserrat  y, aprovechando el 75 aniversario de la fundación del Barça, crearon Convergencia Democrática de Cataluña en torno a la figura del médico, banquero y empresario de laboratorios Jordi Pujol i Soley, se limitaron a con- vertir una férrea oligarquía económica y financiera en un partido político, disfrazando aquella clase ilustrada y dominante de ilimitado poderío económico e irrefutable hegemonía social en un argumento ideológico estructurado y autosuficiente capaz de trascender a todas las esferas de decisión y adueñarse de cualquier instancia, tribuna, institución o sociedad que hiciera falta.

Pujol y su nueva clase política controlaron la política, la industria, la cultura, la información, el deporte, el ocio y cualquier otro rincón de la vida catalana y aprovecharon de paso para hacerse millonarios. Pujol, que pide perdón estos días por haberse olvidado durante treinta años de tributar a Hacienda por una herencia que recibió de su padre y que depositó en paraísos fiscales, se ha pasado estos treinta años presumiendo de honestidad y expandiendo el popular mensaje del expolio al que Cataluña ha sido sometida por el poder central sin advertir quizá que el primer expoliador de los recursos catalanes ha sido él mismo y una familia insaciable y a pleno rendimiento estructurada para sa- quear sin contemplaciones y amasar una fortuna de la que apenas tenemos idea. Una madre ansiosa por ha- cer caja rodeada por siete hijos trabajando a pleno ren- dimiento y sin fiscalización alguna durante más de un cuarto de siglo es una máquina engrasada y lista para hacer pasta sin freno ni conciencia.

Estos días, la Fiscalía investiga algunas actividades de uno de estos hermanos ante los que los famosos Dalton eran unos robaperas. Se sospecha que en uno de sus muchos apaños, Oleguer, que es el más joven de los siete, ha podido blanquear un capital de unos 3.000 millones de euros. Nada comparado con Oriol que se perfila como jefe de la banda ante la satisfecha mirada de su padre que le protegió, le apadrinó y abrió las puertas del negocio como su padre hizo con él. Eso sí, advirtiendo que España les roba.

Los Pujol han practicado durante medio siglo la fi- losofía de Dick Turpin, quien, por cierto, acabo bailan- do de una soga. 

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