Opinión

El espía que surgió del frío

Cuando a un ruso le mentas las iniciales KGB me han dicho que ni te entienden. En realidad son las que corresponden al Komitet Gosudárstvennoj Bezopásnosti y ni en sus peores pesadillas nadie que no sea ruso sería capaz de pronunciarlo de corrido sin atragantarse. Vladimir Vladímirovich Putin es, sin ir más lejos, un sujeto prototipo y cuando uno se imagina en la mente el retrato fiel de un agente de la casa, la fisonomía del presidente de Rusia se aparece incluso sin quererlo, y sin quererlo también su aspecto retrotrae a cualquiera con memoria hasta los sombríos tiempos del Check Point Charlie y el Berlín cercado y aislado por ladrillos, alambradas y casetas con tiradores de élite.


Hoy, en la esquina aneja al Check Point Charlie hay una hermosa cervecería donde hay muy buenas salchichas y donde los turistas hacen cola para tomar un taco a la usanza berlinesa –un currywurst que es una salchicha hervida y troceada acompañada de una salsa roja y espesa que pica y por cuyo contenido más vale no preguntar - tras fotografiarse con el antiguo puesto de control norteamericano como telón de fondo rememorando aquellos viejos y estremecedores episodios de la guerra fría cuando en el bulevar Under ter Linden, y a la sombra de la puerta de Brandeburgo que hacía frontera con la zona Este de la ciudad, se daban cita todos los espías de un lado y del otro del muro y allí están, pared con pared, la embajada rusa, la de los Estados Unidos y las oficinas de la compañía Aeroflot sin ir más lejos.


Como llevan tanto tiempo sucediéndose el uno al otro, admito que ya tengo un lío y no se si Putin es hoy el presidente y Medvédev el primer ministro o al revés, pero lo que sí tengo cierto es que esté como esté repartido el papeleo el que manda en la pareja es Putin ocupe el lugar que ocupe. Es un fantasmón taimado y peligroso, de cabello rubiáceo y ralo, piel pálida, y ese mirar helado que sale del fondo de unos ojos azules vacíos de sentimiento tan habituales entre los rusos de la clase dirigente dirijan lo que dirijan. Va a misa en Pascua, enciende las velitas, presume de cinturón negro y es el espía que surgió del frío y que tiene unas ganas de recuperar y reimplantar la Unión Soviética que no puede disimular. Qué cerca estamos de otra crisis como la de los misiles de octubre.

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