Opinión

El cliente y el producto

La primera vez que escuche cómo determinado ejecutivo denominaba “el producto” a mí periódico de toda la vida y nombraba a sus lectores como “clientes”, comprendí  que los planteamientos en los que había creído a lo largo de mi todavía incipiente carrera profesional se habían ido directamente a la mierda. Yo era un periodista todavía joven y supuestamente prometedor que aspiraba a mantenerse fiel a determinados principios  ante las amenazas cada vez más intensas provenientes del exterior que aspiraban a ejercer una considerable influencia en sus contenidos. Había pues presión  ajena –una situación ante la que estaba razonablemente  preparado o al menos eso creía yo- si bien nunca hubiera sospechado que las grandes amenazas capaces de reinterpretar en clave primordialmente económica los periódicos llegaran a producirse desde dentro. Para entonces, los enclaves más importantes del organigrama rector de todos los diarios habían sido tomados por ciudadanos que entendían una barbaridad de finanzas, comercio, impacto, curvas y  valores  pero no sabían una palabra de periodismo y los que teníamos el encargo de llenarlos nos vimos en la necesidad de reciclar nuestras intenciones e incluso nuestros conocimientos para afrontar una nueva etapa en la que nada era lo que parecía. De hecho y para demostrarlo, los lectores, ya digo, eran ahora los clientes y el periódico era el producto y ante ese cambio de escenario todo lo que habíamos intuido sobre la capacidad y la trascendencia de nuestro oficio pasaba a un segundo plano. El mismo segundo plano al que iría a parar el oficio mismo. 
Paulatinamente y acosado por este ámbito de desarrollo, el periodismo se ha vuelto cada vez más vulnerable y es muy posible que tenga los días contados en un tiempo como el de ahora en el que todo el mundo puede ser periodista y en el que las redes sociales nos han sustituido sin el menor rubor. Las redes sociales informan, opinan, juzgan y entretienen, y además tergiversan, manipulan, acusan y toman partido y no están sometidas a la acción de los tribunales de justicia al menos por ahora. Las nuevas generaciones tienen más apego a este sistema de generar noticias que al papel escrito. Malo es eso sin duda, pero que se sepa, todo comenzó con  lo del cliente y el producto.
 

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