Opinión

El abrazo del miedo

Está al caer si no ha caído ya, un nuevo ensayo de explosión nuclear en los territorios en los que se rinde culto al amado líder, el nieto del fundador y padre  indiscutido de la actual Corea del Norte, el lugar más recóndito y desaconsejable de la tierra. El amado líder es un sujeto de aspecto inequívocamente oriental y por tanto indescifrable y circunspecto, que atiende por Kim Jong Um  y que adorna su cabeza con un peinado tan difícil aunque contrario por completo al de Donald Trump. Y es que el del líder coreano es como una mata de grelos en equilibrio sobre las sienes peladas que en lugar de guardar una curiosa similitud con el pelaje de un  toro jabonero como le pasa al de Tramp, es más bien tirando a negro túnel de metro o puerta abierta del infierno. Ambos dirigentes proponen la apariencia de dos comediantes de vodevil y nos están dando la Semana Santa. No hay día en la que no sintamos sobre nuestras cabezas el silbido de las balas y en nuestros corazones el angustioso arañazo del pánico como en los viejos tiempos.
Para un espectador occidental, la figura del líder coreano y todo lo que le rodea resulta absolutamente incomprensible. Sabemos eso sí, que este ciudadano con modales de bibliotecario y aspecto modesto, sin carisma alguno y sin el más mínimo atisbo de madurez y sapiencia, es sin embargo un personaje despiadado que no duda en ordenar asesinatos y que exhibe su poder no cuestionado producto de una herencia que camina por la tercera generación, sobre un pueblo que le rinde culto como si fuera un dios viviente. Los expertos consideran Corea del Norte como el país menos recomendable del mundo aunque no es precisamente sencillo instalarse allí. De aquel catalán  bocazas e imprudente que se hizo levemente popular por definirse como un embajador comercial de este país en el que supuestamente había fijado su residencia no se ha vuelto a saber nada más. Intervino en un par de programas de radio y televisión, dijo un par de necedades y desapareció sin dejar rastro. El amado líder se las gasta así y basta recordar el episodio de un medio hermano envenenado por dos mujeres trampa en un aeropuerto por orden suya, para  imaginarse lo que puede dar de sí semejante sujeto.
Otra vez la sombra de la Guerra Fría, otra vez el abrazo congelado del miedo.

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