Opinión

La culpa no es solo de ellos

Los estados de opinión, muy rampantes estos días posteriores al resultado electoral y los fallidos intentos de formar gobierno, se han mostrado particularmente críticos con sus políticos, a los que acusan de incapacidad para ponerse de acuerdo. Se tilda a todos los jefes de los partidos presentes en el Hemiciclo, de incompetencia y galbana porque no han sido capaces de ponerse de acuerdo y alcanzar una mayoría suficiente para gobernar condenando al país a una nuevas elecciones y propiciando un periodo de provisionalidad que durará como mínimos seis meses.
Es cierto que los partidos políticos no han conseguido establecer un pacto que alejara el quebranto de una nueva convocatoria electoral, pero como somos españoles, solemos practicar la secular costumbre de derivar las culpas propias a determinados territorios ajenos, y en este caso no se ha quebrado la tradición. Los españoles culpamos a nuestro políticos pero olvidamos de asumir la porción de responsabilidad en el fracaso que a cada uno de nosotros nos atañe, porque han sido nuestros votos los que, deseosos de acabar con un bipartidismo que nos había defraudado, dibujamos un reparto parlamentario tan fraccionado que convertía el acuerdo en imposible. Cualquier observador imparcial de la situación tras un análisis desapasionado del panorama hubiera decretado la imposibilidad de entendimiento. Y eso es lo que ha sucedido. Los responsables últimos de este desaguisado nos son otros que los votantes, dispuestos a entregar su voto a diestro y siniestro sin calcular que de aquel alegre experimento no podía salir nada bueno. O al menos, no propiciaba condiciones para alcanzar la estabilidad que ahora se añora y que con semejante Parlamento no puede obtenerse de ninguna de las maneras.
Queda por saber si este pescozón al bipartidismo y este sopapo a los partidos mayoritarios van a mantenerse con idéntica virulencia cuando las campanas de las urnas toquen a rebato en el inicio del verano. Hemos rechazado la vieja fórmula pero no hemos sabido establecer una formula nueva suficientemente sólida para garantizar un gobierno. Por lo tanto, la incógnita no se ha despejado ni mucho menos. Lo único que enseña este fracaso es que de todos es la culpa. No solo de ellos.

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