Opinión

Cuando pica la curiosidad

Los lectores de periódicos iniciamos la semana accediendo al trágico suceso de Almería mediante dos titulares completamente opuestos, argumento que demuestra la inestabilidad que acomete en estos tiempos al hecho informativo. Los dos grandes periódicos capitalinos disentían rotundamente en la explicación de los métodos utilizados por la mujer en el maletero de cuyo coche se encontró el cadáver del niño desaparecido doce días antes, y ambos apelaban para acreditar sus argumentos a las mismas fuentes. En el primero de ellos se advertían las sospechas de que la autora no actuara sola y en el segundo se comunicaba exactamente lo contrario, citando ambos como fuente de la información a la Guardia Civil. No ha sido el primer desacuerdo serio mostrado por los dos poderosos rotativos a cuya inspiración han acudido los demás, hasta el punto de que, a estas horas y una vez conocidos los primeros resultados de la autopsia, la opinión pública se divide entre los que leen diarios en que se dice que la dominicana  no tuvo ayudas y los que dicen que sí las tuvo.  No es esta la única duda que genera el caso, sobre todo teniendo en cuenta que la mujer que permanece en dependencias policiales tras el hallazgo del cadáver del pequeño Gabriel en el maletero de su automóvil arrastra un pasado de lo más oscuro. Basta con seguirle la pista veinte años antes para averiguar inquietantes antecedentes. La Guardia Civil sabe que Ana Julia Quezada llegó hace veinticinco años a España procedente de la República Dominicana, y que  mantenía en ese tiempo una relación sentimental con un compatriota con el que tuvo una hija. Sabe que comenzó a trabajar en una barra americana de carretera, que entabló una nueva relación con un camionero burgalés con el que terminó conviviendo en un popular barrio de Burgos. Un año más tarde, en 1996, y ya siendo ambos padres de otra niña, la que era fruto de la relación anterior murió al caer por una  ventana de su dormitorio a un patio de luces de su vivienda. La policía cerró entonces la investigación  concluyendo que aquella caída había sido fortuita. Hoy  aflora la duda y la Guarda Civil ha vuelto a  abrirla.
No me extraña. Si a mí me preguntaran, diría que la presunta autora de tan execrable crimen actuó en compañía porque me parece mucho trajín para una mujer  menuda andar cambiando en soledad de pozo en pozo un cadáver aunque sea el de un niño, pero ante todo y sobre todo y como curioso periodista por el que me tengo, hubiera tratado de investigar por mi cuenta la vida y milagros  de esta ciudadana y me fiaría especialmente de mi mismo. Necesitamos volver a las fuentes, fiarnos de nuestro instinto y sobre todo, recuperar el rigor perdido. Somos periodistas, caramba…

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