Opinión

En la calle del Turco

Como mucha gente sabe que la figura del general Prim lleva muchos años siendo uno de mis temas preferidos, la proyección el lunes de una recreación dramática del atentado que le costó la vida me ha puesto en el difícil trance de convertirme en jurado de esta producción tan singular y a lo que estoy viendo, tan polémica. Prim fue tiroteado, en compañía de sus dos ayudantes, en el interior de su berlina cuando se trasladaba desde las Cortes a su domicilio sito en el Palacio de Buenavista el 27 de diciembre de 1870. El general recibió cuatro tiros –dos en el hombro, uno en el brazo y un cuarto que le arrancó de cuajo un dedo de la mano- y la versión oficial dictamina que falleció al atardecer del día 30 a causa de una septicemia.
Honradamente ignoro si Prim sucumbió al efecto de la infección tres días después de sufrir el tiroteo o si, como sostienen otros investigadores y el propio guión de la película, falleció casi inmediatamente después de llegar a su casa y fue el sicario José María Pastor al servicio de Serrano quien aceleró su fallecimiento. Ninguno de los grandes magnicidios de la historia está convenientemente solucionado, aunque en algunos casos como ocurre con aquellos en los que se acabó con la vida de otros presidentes españoles como Antonio Cánovas o José Canalejas, los autores del atentado fueron identificados desde el primer momento aunque queda aún por dilucidar si los criminales actuaron solos o respondieron a un complot. En el primer caso el criminal murió en el garrote y el segundo fue identificado y muerto por la policía. El de Prim es un caso mucho más complejo y hay tantas interpretaciones del dramático suceso como las que se han manejado en torno al que acabó con la vida de John Kennedy. 
La película recurre desde luego a un buen puñado de licencias y entre sus más originales decisiones está la de exculpar a Paúl y Angulo, al que la historia ha considerado desde siempre el brazo ejecutor del magnicidio. Responsabiliza de él a Serrano y Montpensier y culpa a sus dos hombres de confianza –Pastor y Solís- de la contratación, armamento y pago de los asesinos. Es un análisis como cualquier otro. Yo volveré a ver este film del que, en absoluto reniego, aunque tampoco acepto por completo.

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