Uno de los pianistas clásicos más famosos del mundo, el británico James Rhodes, de 43 años, y cuya vida profesional lo lleva por innumerables países, decidió hace nueve meses quedarse definitivamente en España, en Madrid, porque “a lo mejor no me creéis, pero no os miento si os digo aquí todo es mejor”.
Quizás haya oído usted a Rhodes en algún concierto o en algún disco, o ha leído alguno de sus libros que enseñan a amar la música, uno de los cuales “Instrumental”, recién editado en España, narra su escalofriante historia infantil.
De niño sufrió abusos sexuales de un profesor, lo que le provocó terribles daños físicos y psíquicos que sólo ha podido atenuar con compositores como Bach; su historia está incidiendo en las leyes de distintos países para incrementar la vigilancia y el castigo a quienes podrían resultar pederastas.
En su confesión de ahora en una carta abierta dice que “Nunca he entendido del todo eso de tener un hogar (…) Supongo que me he pasado media vida huyendo”, pero por fin “Encontré un hogar. Y descubrí en qué consiste tenerlo”.
Aparte del arte que puede visitar o los teatros, lo que le atrae es la gente, la cordialidad, las calles vivas, el paseo tranquilo, las cañas y las tapas en un bar charlando sobre cualquier cosa.
Algo casi imposible fuera, y menos aún en Londres: “a vosotros os parecerán de lo más normal pero que para mí todo está lleno de magia, es otro nivel”.
Y la Sanidad es mucho mejor que la británica, y también los servicios públicos, trenes, taxis, el metro. No entiende por qué los españoles no valoran lo que tienen porque, como insiste, “en España es todo mejor” aunque no queramos creerlo.
