Opinión

Derecho a decidir

El “Derecho a decidir” es una frase hecha incorporada ya al lenguaje general en el que se calla la continuación, el “qué”, que es la independencia. “Derecho a decidir” a solas atenúa el impacto de la demanda, irritante para la mayoría de los españoles, incluidos al menos la mitad de los catalanes.
 Todos tenemos derecho a decidir, caminar o no, ir descalzos o calzados, o votar a quien deseemos. En democracia toda elección es libre, siempre que no vaya contra las leyes.
Reclamar el “derecho a decidir” sin especificar “la independencia” lo usan incluso innumerables políticos enemigos de esa ruptura humana, familiar, social, cultural y territorial de los españoles.
Así que cuando los constitucionalistas dicen oponerse al “derecho a decidir” sin añadir “a la independencia”, aceptan un lenguaje que le resta importancia al independentismo.
No existe el derecho a decidir la independencia de una parte de España ni de ningún país consolidado del mundo, y el Reino Unido no vale como ejemplo porque existe como resultado de un acuerdo reversible entre reinos.
Decidir es un verbo transitivo, es decir, que transita, que va de un lado a otro hacia un final, que es el complemento imprescindible para que la oración tenga sentido.
Esta oración incompleta que enunciaron los nacionalistas catalanes y que ahora revive el PNV aliándose con el Bildu de los exetarras, además de repetirla quienes caen en la trampa lo hacen algunas televisiones como La Sexta y Cuatro — ¿inconscientemente?— ayudando a los separatistas.
La gente ve así como menos grave la mutilación a la que quieren someternos extirpándonos unas regiones que son parte de nuestro cuerpo, como los brazos, o las piernas.
Dejemos de emplear esta frase sin añadir su complemento, independencia, advirtiendo que ese derecho no existe.
 

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