Opinión

Yosimol Oma Zo

Hace años lo predije. Nuestros nietos serán los empleados de los chinos. Marré. Lo han de ser ya nuestros hijos. Chinito no comel mielda, como dicen. Ni ‘latas’, de las que colen, colen, colen. Ni a sus familiares muertos, a pesar de que no se vean esquelas ni entierros de amarillos. Chinito trabajar como chino, pero no dejarse engañar como tal. 
 Me lo contó mi hermano, al que doy más crédito que al propio Banco de España y a toda esa panda de ‘trivagos’ sindicalistas, que pululan como zombis perezosos por las empresas españolas. Y que al mismísimo Alá y a diosbendito, que en eso ya se entretiene un ejército de predicadores –vagos- mayor que el de las setenta veces siete tribus. 
 ‘Señol, lo siento, pelo españoles no quelel; solo salil a fumal y a fumal en holas de tlabajo y plotestal pol todo’. Todas estas eles le estamparon en la cara a un amigo suyo, jubilado, que recomendaba a su nieto para trabajar en un gigantesco almacén de los muchos que tienen en Galicia los hijos del dragón despierto. Los chinos creen en su trabajo, en la sabiduría de sus mayores y en Confucio. Su dios es un gordecho, buena gente, que no promete nada, solo da buenos consejos: ‘Si quieres conocer tu futuro, mira tu presente que es la causa’. Pues ni aun así, recomendado por su respetable abuelo, quisieron a nuestro joven saltamontes.
 Tú haces una encuesta –me decía mi hermano- entre los jóvenes del sol naciente (coreanos del sur, indios, chinos) y a la pregunta de: ‘¿Qué desearías hacer al terminar los estudios?’, te contestan: ‘Montar mi propia empresa’, ‘obtener una beca en EEUU’, ‘trabajar en Silicon Valley, aunque sea repartiendo bocadillos’; tú haces la misma pregunta entre los ‘viejos’ (de pensamiento) del sol poniente, y te dicen: ‘Atopar un chollo na Xunta’, ‘que me enchufen no Concello’, ‘traballar no dos incendios, no verán, despoixa cobra-lo paro’, etc. 
 Manda carallo, digo yo: ¿dónde quedaron los genes (y genios) creativos de nuestros antepasados?, ¿dónde nuestra roda de afiar?, ¿nuestros paraguas a prueba de vendaval?, ¿nuestros Barreiros?, ¿y aquel espíritu de sacrificio?, ¿y aquellos emigrantes que creaban riqueza, futuro y admiración allá por donde iban? (Xaime Arias, en su artículo ‘Nova York: o dragón de Galicia’, nos da algunas pistas). 
 Dejémonos ya de mendigar un puesto de administrativo o de funcionario, porque sea de por vida. Dejémonos de conformismos; de decir que dios é bo, e o demo non é malo, y de hacer la pelota a los políticos. Creamos en nosotros mismos. Llamémonos como los chinos si hace falta: Yosimol Oma Zo. Pero no ‘molemos mazo’ solo de boquilla: demostrémoslo. 
 Y a la Xunta de Galicia que le den, por donde le quepa la jactancia, que no hace más que idiotizarnos con sus eslogans: ‘Galicia no bo camiño’ (lo dudo mucho); que alucina a nuestra juventud con oposiciones de mierda (pan para hoy), de jardinero, de conductor de ambulancia, de bedel, etc. (con todos los respetos para esas profesiones, pero con poco orgullo si mis hijos optaran por ellas, incluso antes de haber terminado sus estudios). 
 Los chinos, con su trabajo y su constancia, serán los grandes empresarios del mañana. Y nuestros nietos, con nuestra complacencia, serán sus seguratas, sus servidores domésticos. Y menos mal que nos salva nuestra lengua (para mí que nos condena), que si no se exigiese el gallego hablado y escrito en los exámenes, hoy mismo nos quitarían los puestos de bombero, de municipal, de guarda jurado, de picoleto. 
 Para este viaje -a ningún sitio- sobraba tanta alforja autonomista; tanta universidad en cada esquina; tanta TVG costosísima; tanta normativa y tanta gaita. Llegará el AVE a Galicia, sí, pero el tren que de verdad importa, lo perderemos. 

Te puede interesar