Opinión

Empate a uno

Las selecciones ‘nacionales’ de fútbol de Euskadi y Cataluña empataron a uno en el partido que jugaron el pasado domingo en el estadio de San Mamés.  El fútbol, como expresión de la identidad y del conflicto político. “Una nació, una selección”, “One country. One team”, se leía en las pancartas con las que saltaron al campo cada equipo. El partido terminó con empate a un gol en un encuentro amistoso y sin ningún tipo de respaldo oficial, con el lehendakari, Iñigo Urkullu, como entrenador del equipo local, y el president de la Generalitat, Artur Mas, del visitante.
Como es lógico cada entrenador tiene su librillo, su hoja de ruta y sus intereses que coinciden en el punto de intentar jugar en la liga de los grandes Estados, pero discrepan en los métodos y tácticas para subir de categoría. Como en todas las competiciones ha habido veces que uno de los equipos se ha situado por encima del otro en la clasificación. Con Ibarretxe en la lehendakaritza el País Vasco llevaba la delantera en la carrera independentista, pero marró en  el partido decisivo en el Congreso y llevó a su equipo a perder el gobierno del País Vasco. Ahora es Artur Mas quien está encaramado al primer puesto del desafío independentista al que ha llegado con un estilo marrullero, saltándose las disposiciones reglamentarias, lo que le ha llevado ante el tribunal de justicia por su falta de deportividad.
Sin embargo, en la reunión previa de preparación del partido entre Urkullu y Mas no se habló de independencia sino de conseguir “mayores cuotas de autogobierno y de reaccionar contra las políticas recentralizadoras del Gobierno de Mariano Rajoy, que son conceptos en los que es más fácil ponerse de acuerdo y que están varios grados por debajo de la secesión. Mayores cuotas de autogobierno significa conseguir la cesión de competencias –en el País Vasco, la de prisiones por ejemplo -, y en el caso catalán las 23 medidas que propuso Mas en su visita a La Moncloa de hace medio año que han quedado guardadas lasas en un cajón sin que él mismo se acuerde de ellas porque está en otra cosa, o insistir en el pacto fiscal.  Pedir más autogobierno es aceptar las reglas del juego y tratar de cambiaras por los medios establecidos, y en ese camino pueden encontrar aliados en la próxima legislatura. Pero algunos de estos son los mismos que les pueden hacer un roto electoral y bajar el tono de las aspiraciones independentistas. Urkullu y Mas ven en Podemos un partido centralista. Si se confirma, esa puede ser su gran contribución a la estabilidad política.     
Y si hubo algún tiempo en el que se trataba de buscar una estrategia común para presionar desde el norte y el noreste simultáneamente para hacer saltar las costuras del entramado jurídico político diseñado por la Constitución, ahora desde el País Vasco se guardan distancias respecto al caso catalán. De ahí el reconocimiento y el respeto a que cada uno siga sus “procedimientos propios en cada caso”, lo que quiere decir que Urkullu resiste mejor la presión de la izquierda independentista y que su objetivo fundamental es superar la crisis económica y dejar para más adelante el ejercicio del derecho a decidir, mientras que Artur Mas ha utilizado esa crisis para exacerbar los sentimientos secesionistas.

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