Opinión

El limonero de Nolito daba magdalenas

Nolito, en su despedida del Celta.
photo_camera Nolito, en su despedida del Celta.

Un valor característico del talento es la naturalidad. Que brote por sí mismo como el manantial que nace en la montaña. En ese aspecto, Nolito era un superdotado. Seguramente porque se le caía de los bolsillos, trascendía al fútbol. Porque el que es verdaderamente gracioso lo es sin pretenderlo. Lo es porque sí. “No puedes pedirle a un limonero que te dé magdalenas”, dijo el gaditano tras una derrota del Celta contra el Real Madrid, casualmente perpetrada tras una mala actuación arbitral. Una frase única, propia, nunca antes vista u oída. Como su fútbol. Como él.

Su juego era la guitarra de Paco de Lucía. Arrebatado en el ritmo. De no tocarla a meterla dentro. De la nada al todo. Su primera etapa con la camiseta celeste fue demoledora. Abierto en banda, listo para recibir. Listo para destruir. Aquel Celta de Berizzo era una tormenta perfecta en la que Aspas era la lluvia que todo lo inundaba y Orellana el rayo que relumbraba antes de que el trueno de Nolito estallase. Puñalada en el corazón rival, caricia en el propio.

De su Sanlúcar se trajo el buen humor, las palmas, el jamón. Un andalucismo adaptado a las Rías Baixas. A la banda izquierda de Balaídos, al sonido de la red desde el piquito del área, al marisco en su adorado Bueu. Un cúmulo de circunstancias que elevaron su fútbol como en ningún otro sitio. Después de Aspas, el jugador más determinante del siglo XXI con la camiseta del color del cielo. Por todo ello, volvió para vivir una segunda etapa con menos exuberancia, pero con el mismo talento. Y con más cariño todavía. Porque la magia de esa bota derecha era capaz de todo. También de conseguir que un limonero dé magdalenas.

Te puede interesar