Opinión

Un año después

Como el tiempo pasa que es una cosa de vértigo, viendo el miércoles el partido de vuelta que enfrentaba a Roma y Liverpool por un puesto en semifinales de la Liga de Campeones, recordaba junto a uno de mis hijos que hace un año por estas mismas fechas estábamos sentados en la grada de Anfield tratando de averiguar por dónde tiraría el recién llegado Jurgen Klopp para hacer de aquella amalgama de piernas sin ton ni son, un equipo con arraigo suficiente para recuperar su historia y su mucho tiempo perdido. Anfield es por sí mismo un espectáculo, y el Liverpool, un equipo de los que, por diferentes razones, cae bien a todo el mundo. Uno se coloca en el Kop y cumple íntegro, feliz y complacido, el protocolo obligado del que se nutre la mítica de los “reds” partido tras partido. Rinde homenaje a la estatua de Bill Shankly, agita una bufanda roja como si fuera la propia, y canta a grito pelado “You’ll never walk alone” cuando los de casa saltan al campo. Se bebe una cerveza en el descanso, y corea los cánticos y las voces de la gente de la tribuna popular durante noventa minutos con el mismo incansable espíritu que la hinchada “scousser”. Ser del Liverpool exige cumplir determinados ritos que los foráneos ejercitamos, transidos de gozo, aunque el partido sea una cataplasma porque cuando el admirable entrenador alemán se hizo cargo del equipo, aquello era un desastre sin paliativos y al Liverpool se le advertía una desoladora pinta de pasar otra temporada en blanco. Entonces llegó Mohamed Salah en el mercado de invierno, y sospecho que todo cambió de repente. Será porque se da un aire a Ringo Starr y eso en Liverpool cunde muchísimo.
Aunque algunos no lo crean, Liverpool es una de las ciudades más acogedoras y divertidas del continente europeo. La gente pasa mucho tiempo en la calle porque hay mucho que ver y mucho que comprar gracias a una excelente oferta comercial. Sus pubs son tradicionalmente admirados en todo el país, hay música en directo con carácter permanente, y reina una singular afición por el ocio, el arte y la cultura. El Mersey es un río que une y que discurre por una urbe habitada por gente joven que estudia en una Universidad de referencia, con orquesta sinfónica propia, sembrada de museos de excelente calidad, e interesada por estar a la última en las nuevas tendencias.
Un año después, aquella banda de futbolistas que parecía correr de un lado para otro como pollo sin cabeza va a disputarle al Madrid la final europea por excelencia. Yo espero que gane el Madrid y creo firmemente que va a ser así. Pero si uno ha estado en Anfield, parte del corazón allí se queda.

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