Opinión

Podemos y los periodistas

Apenas habían transcurrido unos minutos desde que se conoció el comunicado de la Asociación de la Prensa de Madrid, amparando a los periodistas que denunciaron el acoso de Podemos y su entorno, a través de un comunicado, cuando, con el estilo propio de la casa aparecieron en las redes sociales redoblados ataques a los informadores independientes y la propia presidenta de la Asociación de la Prensa, Victoria Prego.
El estilo y la forma pertenecen a la “escuela bolivariana” de la que Pablo Iglesias es tan entusiasta seguidor. Pero en realidad no era nada nuevo. Rememorando, quizá sin saberlo, las propias formas en que durante el franquismo se emplearon para controlar a los medios, Iglesias ya se había manifestado en su día contra la constitucional libertad de empresa en los medios de comunicación.
La gran paradoja es que el dirigente de Podemos, en una entrevista contenida en un libro “Conversación con Pablo Iglesias”, del periodista Jacobo Rivero, elaborado después de las elecciones europeas, publicado por la editorial Turpial) decía que era partidario de la regulación de los medios para "garantizar la libertad de prensa. Los medios de comunicación, por lo menos una parte, tienen que tener mecanismos de control público".
Lo más divertido de este análisis es que los mismos que se manifestaron en contra de la llamada “Ley Mordaza” del PP (contra la que yo también estoy en contra), ponían como ejemplo de lo que le vendría bien a España, otra “Ley mordaza”, pero ésta de Ecuador, inspirándose en unas declaraciones del presidente Rafael Correa a “El País”, donde sostenía: "El poder mediático es un poder. Entonces, todo poder necesitaregulación social y eso se hace a través de leyes. ¿Dónde está el problema?". Iglesias opinaba, como Correa, que debe existir una regulación de los medios, porque "la gestión de la información no puede depender únicamente de hombres de negocios y su voluntad por permitir la libertad de expresión". Pero por lo visto Iglesias quiere volver a aquellos tiempos en que el Gobierno elegía, entre tres candidatos propuestos por la empresa al director de su agrado (como a los obispos) y, sobre todo, aquel artículo 2 de la Ley de Prensa, que admitía el “derecho a la crítica, con el debido respeto”.

Galería de insultos
No son pues de extrañar los insultos, coacciones, amenazas y campañas de acoso y derribo de los periodistas meramente críticos como acaba de denunciar la Asociación de la Prensa. La respuesta inmediata ha sido tratar de desprestigiar a la Asociación de la Prensa de Madrid y, particularmente a su presidenta, Victoria Prego.
Al conocer todos estos hechos me vinieron a la memoria las técnicas empleadas por dos personajes del pasado, aparentemente divergentes, pero en esencia lo mismo: el ministro de propaganda de Hitler, Goebbels, y el jefe de la policía política de Stalin y de la NKVD, LawretiBeria. Los dos coincidieron en la misma táctica: la previa destrucción civil del prestigio, la solvencia y la imagen pública de quienes era preciso eliminar, ya fuera en la imposición del nazismo en Alemania o en los procesos de las largas purgas de Stalin. Ya sé que es una metáfora, pero se entiende que el modo de actuar es el mismo. Apenas yo mismo hice un comentario sobre este parecido en las redes sociales, y la infantería de Podemos reaccionó con su peculiar estilo. No cabía otra cosa. 
Para entender la naturaleza del pensamiento único –evidentemente el suyo- que Iglesias propone, cabe citar esta frase suya en la entrevista mencionada: “La gente no milita en partidos políticos, la gente milita en los medios de comunicación. Una persona es de La Razón, de EL PAÍS, de la COPE o de la Cadena SER". Es decir, controlando a los medios, se puede controlar el pensamiento diverso. Está claro. Podemos trata ahora de escabullirse, de decir que la cosa no es para tanto porque a título particular alguno de sus partidarios haya incurrido en los hechos denunciados de forma particular. Miente. Los mensajes insultantes han sido comprobados. Es más, el acoso a periodistas críticos se produce desde hace un año y tienen como marco, según los denunciantes en "sus propias tribunas, en reproches y alusiones personales en entrevistas, foros y actos públicos, o directamente en Twitter" y su objetivo es minar la credibilidad y el prestigio de estos profesionales". Es decir, lo mismo que hacían en su tiempo Goebbels y Beria, cada uno en su caso y entorno. El primero, directamente contra otros partidos y la prensa, y el segundo, contra todos los elegidos por Stalin para sacarlo de en medio y justificar su eliminación física como una depuración moral.
 

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