Opinión

Los jóvenes y el ocio

En la vida hay tiempo para casi todo, dejémoslo así. Y en cada época de la existencia humana el éxito radica en saber combinar aquellos célebres juncos y mimbres para lograr un buen cesto.
Tenemos que trabajar lógicamente para sobrevivir porque con los vagos, inútiles y faltos de garra es difícil llegar a algo bueno. Trabajo es también el estudio y les suelo decir a mis alumnos que muchos le están robando a sus padres porque vienen a las aulas unicamente a calentar la silla, a conectarse los célebres pinganillos, a utilizar los móviles y engancharse a las nuevas tecnologías en internet. Conocer todo ello es sumamente positivo utilizado en su momento y terriblemente destructivo llevarlo al colegio y conectarse.
Mal haría quien se encerrase en sí mismo sin contemplar el abanico de posibilidades para contribuir a la formación que perdura desde la cuna al ataúd.
Y quisiera hablar precisamente del ocio que es necesario como todo en todas las etapas de la vida. Pero da la impresión como si el ocio fuese patrimonio únicamente de los jóvenes. Un ocio que ni siempre es positivo porque muchas veces acaba mal. Hay los llamados “botellones” que lejos de facilitar el ocio embotan y crean desazón y algunas  veces hasta acaba alguno en Urgencias.
La juventud por naturaleza debe ser una época de formación, alegría y optimismo. Un joven que carece de optimismo espíritu de lucha y alegría nunca va a llegar a nada. ¡Es necesario el ocio, el disfrute sano y el esparcimiento!
Dentro de la época de ocio acaso algunos desconocen que esos momentos son imprescindibles para la formación personal a todos los niveles. También culturales. Por eso ha surgido hace tiempo la polémica sobre los “deberes” para casa. Tengo muy claro que si un alumno cumple bien sus exigencias en clase ya sería normalmente suficiente. Atiborrarles con trabajos todos los días cuando menos es contraproducente para su formación. Como lo es que se les programen excesivas actividades extraescolares para todos los días de la semana: natación, gimnasio, música, deporte, idiomas… un cúmulo de programas. Mal llegará el alumno al día siguiente a clase.
En la vida es necesaria una escala de valores para todas las etapas. Sin ella se caminará a la deriva por el mundo sin saber a cuantas andar. Y en esa escala necesariamente debe existir un tiempo para el ocio, la diversión y compartir la amistad, la alegría y el esparcimiento necesarios.
Pero ocurre que se ha introducido sobre todo en las edades juveniles un estilo nuevo de esparcimiento y diversión muchas veces regado con elementos incluso perjudiciales para la salud. Da verdadera pena, al menos a mí, ver cómo algunos salen de ciertas fiestas, discotecas incluidas y también los botellones que incluso conducen a algunos a perder el sentido de la realidad sin citar comas etílicos que también se dan por desgracia. Como si para divertirse hiciese falta emborracharse con combinaciones alcohólicas perjudiciales.
Con ocasión del Fin de Año es bueno que se organicen fiestas y encuentros para recibir una nueva etapa e incluso desear que sea mejor que la anterior. Pero habrán de reconocerme que ni siempre aquellos festejos discurren por las normas convenientes sin pasarse. Si nos damos una vuelta el día de Año Nuevo por nuestras calles a las primeras horas del día podemos contemplar espectáculos nada reconfortantes, escenas poco dignas. Dudosas inocentadas de hoy.
Una cosa es el verdadero y necesario ocio y otra bien distinta es saltarse las normas de la salud, la alegría y el digno comportamiento.

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