Opinión

La educación de algunos

Créanme que me tuve que restregar los ojos al leer en un semanario portugués de tirada nacional las declaraciones de quien fue primer ministro luso y líder de los socialistas del país vecino, don José Sócrates, que ya pasó por la cárcel por casos de corrupción, la plaga de la época. Pues bien y a pesar de que puedan escandalizarse les transcribo la portada del Semanario El Sol. Palabras de Sócrates sobre su sucesor, el hoy jefe del Ejecutivo, socialista también como él: “O m...das do Costa está cheio de ciumes de mim e nâo ten tomates para ser 1º Ministro”. ¡Increíble afirmación! Pese al escándalo le traduzco al castellano el significado de esa afirmación: el mierda del Costa está lleno de celos de mí y no tiene testículos para ser primer ministro (lo de “tomates” es la palabra que usualmente utilizan los portugueses en lenguaje coloquial para referirse a ese órgano masculino).
Pues bien. Creo que es de gravedad suma desde cualquier ángulo que se mire. Es de su misma formación política, es su sucesor, es el primer ministro de todos los portugueses. Se puede discrepar, y es lógico y buena la disparidad de criterios, pero sin llegar al insulto zafio, grosero e improcedente. En el fondo, y así lo están viendo los votantes socialistas o los otros, esos insultos están fuera de lugar. Como dirían en portugués: “Nâo prestam”. Terrible espectáculo.
Pero esto, por desgracia, sucede aquí y acullá, parlamentos incluidos y en el español también con descalificaciones y frases fuera de tono y lugar. En el fondo es toda una cultura y unos principios los que están en juego. Una cosa es la democracia y otra bien distinta estas intempestivas intervenciones que en el fondo dejan quedar mal a quienes las profieren. Hemos visto también intervenciones, gestos y composturas impropias de los parlamentos que debieran ser dechado de educación, saber estar y compostura. A veces dan la impresión de que aquello parece un patio de vecindad o un patio de colegio de lo más bajo de la sociedad.
En mis tiempos, en mi colegio ourensano de Salesianos teníamos una hora semanal que se llamaba de urbanidad. Seguíamos un precioso librito de D. Emilio Alonso Burgos SDB, que había sido director del colegio y que después terminó en otro de Madrid. Lo conservo con todo cariño y recuerdo que perteneciendo yo al claustro del para mi tan querido Colegio Padre Feijoo el director mi buen amigo Honorato Zorelle y su encantadora esposa Angelita, me pidieron que semanalmente recorriese las aulas hablando de urbanidad. Seguí el libro de D. Emilio y con gusto los alumnos escuchaban y descubrían muchas cosas. Me pregunto: ¿se da urbanidad en las escuelas de hoy? A lo mejor sí, y eso desearía porque a la escuela se va también para saber comportarse en casa, en la calle y en las aulas. Olvidar esto en aras de un llamado progreso o de la nueva pedagogía sería –eso creo- un gran fallo.
Da pena el comportamiento de algunos que ignoran cómo debe ser hasta en la mesa, en el baño, en una ceremonia, en la playa, en la calle con los amigos o saludar a las personas mayores con respeto, que también eso es necesario. ¿O acaso hay que tratar igual al venerable anciano, al coleguilla del colegio, a los padres, a los amigos y a las visitas que llegan a casa? A lo mejor eso es la “nueva” pedagogía… Seré yo ya muy viejo pero me es difícil digerir ciertos comportamientos. El de Sócrates es ya el colmo, pero si miramos a nuestro alrededor tal vez vemos cosas iguales o parecidas. Observen y verán en el autobús o la calle...

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