Personalmente creo que vamos hacia un bloqueo político e institucional del que nos vamos a resentir más incluso de lo que a estas alturas suponemos. La moción de censura presentada en ventanilla por Pedro Sánchez en el Congreso tras las que pervive un apetito feroz por llegar a la Moncloa, es una de las opciones más peligrosas que se pueden ofrecer en estos delicados momentos y Sánchez lo sabe, aunque no tiene el más mínimo deseo de reflexionar sobre la situación ni ánimo alguno de arrepentirse. Sánchez quiere ser presidente a toda cosa, aunque no le otorgue importancia alguna a la manera de serlo. Para hacer esa muralla le valen todas las manos y no desprecia ninguna ayuda. Le valen los antisistema, le valen los nacionalistas radicales, le vale su propio partido al que se ha empeñado en dividir sin piedad, y le valdría el concurso del centrismo si el centrismo de Ribera y los suyos le echaran una mano, aunque ese no parece ser el caso.
Sánchez es un político de criterio imperfecto y talante mutable al que sus votantes y aquellos que podrían querer serlo, no han podido situar todavía ni por acciones ni por omisiones. Ha ido dando cabezadas a un lado y a otro, se ha metido a última hora y a regañadientes en el conflicto catalán del lado de los constitucionalistas tras mostrarse deliberadamente confuso y ha muerto y ha resucitado como dirían los Urquijo. Fue catapultado a la cúpula de su partido, se quedó sin apoyos y acabó saliendo por la ventana, pero no murió en la caída. Volvió para recobrar el dominio de un nuevo PSOE. Tras aplicar la mano más dura y podar todo aquello que le hacía sombra, se asentó en Ferraz despreciado por los históricos y poyado por la militancia…
Desgraciadamente, el comportamiento del Partido Popular abona el terreno para una moción de censura porque ha sido deplorable. Y en efecto se está mereciendo sobradamente abandonar el poder por la puerta de atrás ahora que no hay disculpa y que los propios tribunales lo consideran culpable. Sin embargo, colocando los argumentos favorables y desfavorables en los platillos de la balanza, el resultado propugna la necesidad de no actuar en estos momentos y esperar lo necesario para proponer y llevar a cabo unas elecciones anticipadas. Hay demasiado en juego, existen demasiados agentes alarmantes que pueden poner las cosas muy difíciles, y la lógica es la lógica.
Sánchez ni la tiene ni la desea. Y sin embargo el número de carambolas que han de producirse para que se convierta en presidente son demasiadas. La crisis es evidente. La solución no lo es tanto.