Cartas al director

la epifanía del señor o adoración de los santos reyes

Guiados por una misteriosa estrella, llegaron a Belén, y postrados ante el divino Niño, le ofrecieron oro,  incienso y mirra; oro, porque es Rey de Reyes, incienso, porque es Dios y mirra, porque es hombre, que vino a la tierra para padecer y para morir por nuestra salvación.
También nosotros, guiados por la estrella de nuestra fe cristiana, venimos al templo, nuevo Belén, para ofrecerle el oro de nuestro amor, el incienso de nuestra oración y la mirra de nuestros sacrificios y sufrimientos.
A los Santos Reyes no les faltaron muchos y grandes inconvenientes, para llegar a Belén; la incomprensión de los suyos y burlas de sus convecinos; aunque la estrella les guiaba, el camino era largo y penoso; llegados a Jerusalén, la estrella se les ocultó y tienen que recurrir al cruel y sanguinario rey Herodes, quien, asesorado por los escribas y doctores de la Ley, les orientó hacia Belén, pueblo de sus dominios.
Finalmente, un ángel del Señor les aconsejó que volvieran a su tierra por otro camino, porque Herodes quería conocer al Divino Niño, para matarle, pues temía que ese recién nacido, "Rey de los judíos", como le llamaron los Santos Reyes, le arrebatara su reino y su hijo arquelao quedara desheredado.
Ya en su patria, los Santos Reyes pregonaron a todos los que habían visto y oído en Belén, y de esta manera, muchos creyeron y siguieron sus enseñanzas.
¡Qué hermosas lecciones nos dan los Santos Reyes, en estos Santos días de Navidad, para que nosotros les imitemos, invitando también a nuestros familiares y convecinos a vivir como buenos cristianos.