Cartas al director

Integración del extranjero

La educación en la sociedad actual ofrece un aspecto no conocido hasta ahora. Vivir con extranjeros, estar expuestos al “otro”, no es nada nuevo. En el pasado, a aquellos que eran “ajenos” de múltiples maneras los llamaban los “otros”. Andando el tiempo perderían sus rasgo diferenciados;  se difimunarían y se asimilarían por la vía de aceptar aquellos valores universales que, de hecho, eran “nuestros valores”. Hoy día esto ha cambiado profundamente: las personas que se mudan a otro país ya no desean ser como los nativos y no desean ser integrados. La tolerancia utilizada hasta ahora como instrumento eficaz, se ha mostrado como una forma de discriminación. Ahora se trata de desarrollar un sentimiento de solidaridad, de aprecio con el otro.
En las sociedades contemporáneas existen dos reacciones opuestas al fenómeno: la mixofobia, el miedo usual a verse involucrados con extranjeros, y la mixofilia, la alegría de sentirse en un entorno distinto y estimulante. Algunas veces prevalece la primera tendencia y otras la segunda. En nuestro mundo globalizado, interconectado e interdependiente, lo que hagamos en la calle, en los lugares públicos tiene una importancia decisiva. 
Massimo D’Alema hace muchos años que dijo que Europa necesitaba emigrantes. Mantener el actual sistema de pensiones en España necesita incrementar el número de emigrantes para hacer más productiva la sociedad.  La natalidad se reduce en Europa de forma alarmante. De este modo, el proceso de “mestizaje cultural” (hibridación) que la presencia de estos recién llegados está destinada a catalizar, resulta inevitable. Una mezcla de diversas inspiraciones culturales activa la creatividad. Para ello es necesario el respeto  a la identidad del emigrante, a su cultura, a sus costumbres.