Cartas al director

Colonialismo cultural

 El rasgo que mejor caracteriza el capitalismo en este inicio del siglo XXI es, junto con el aspecto ultrafinanciero, la extrema desigualdad que ha vuelto a surgir en las últimas décadas, solamente comparable a los inicios de la primera guerra mundial. Unos pocos concentran en sus manos el máximo poder económico y de los medios de comunicación. La pobreza y la falta de oportunidades para la juventud es la característica de la mayoría de la población. La llamada clase media tiende a desaparecer.
Los efectos negativos sobre el bienestar de esta desigualdad son cada vez más reconocidos en la literatura académica y en las investigaciones de institutos y organismos económicos internacionales independientes. El mal reparto perjudica la asignación eficiente de los recursos disponibles, hace más inestables las economías, empeora la calidad del crecimiento económico y debilita su potencial a largo plazo. Pero sus efectos van más allá de la economía. La desigualdad económica arrastra a la desigualdad cultural y crea un ejercito de “dependientes” y colonizados intelectualmente.
La toma de conciencia del fenómeno de la desigualdad y el reconocimiento de sus efectos perversos es un hecho cada vez más generalizado. Pero lo más relevante es que esta preocupación no viene sólo de sectores tradicionalmente de izquierdas, ni de economistas especializados en este tema, pero lejanos a las preocupaciones de la economía dominante. Ahora procede de instituciones económicas centrales del capitalismo como puede ser entre otros el Banco Mundial. Identificó la desigualdad como el problema prioritario. También los medios de comunicación partidarios se han centrado en la identificación y trascendencia del problema.
Sin embargo el reconocimiento de los rasgos económicos y políticos de la desigualdad y del colonialismo económico y cultural no ha llevado hasta ahora a desarrollar políticas eficaces para superar estas anomalías. El aparato educativo, desde la base hasta la universidad, sigue siendo memorístico y con miles de obstáculos a la creatividad y a la independencia. Vemos con tristeza como los jóvenes formados con muchos sacrificios sociales e individuales han de emigrar a otros países y sin posibilidad de reconocimiento a su regreso. El problema de la educación sigue siendo el problema de España.